Oscar Freire: el hombre tras el ciclista del maillot arcoiris
La figura de Óscar Freire en España es la de un campeón atípico, que se hizo a sí mismo y que echó abajo barreras y llenó de prestigio el palmarés del ciclismo español.
Óscar Freire celebró sus tres títulos de Campeón del Mundo, sus tres victorias en la Milán Sanremo y sus más de 60 victorias en catorce años de carrera en equipos extranjeros y aún así elevó el éxito del ciclismo español más allá de las fronteras del Tour de Francia.
El viejo Corsa del año 96 continúa aparcado en la puerta de la casa de la familia Freire y se mantiene en perfecto estado a pesar de sus más de 200.000 kilómetros. Su dueño, Óscar Freire (Torrelavega, 1976) dice que no lo vendería jamás. En una familia de cuatro hermanos y economía modesta, cualquier ayuda suponía un esfuerzo.
Su tío le sorprendió con la compra de aquel coche para que el joven ciclista pudiese trasladarse a las carreras. El viejo Corsa representa la conexión con sus raíces y el valor del sacrificio, a la vez que le retrata en su sencillez y en la humildad que no ha perdido a pesar de sus tres títulos de Campeón del Mundo.
Te puede interesar...
Alejandro Valverde: el juego del ciclismo
Freire se presenta frente a la puerta de su casa para recibirnos. Unos metros más allá asoma su coche de rally, el último añadido a su larga lista de hobbies que mantienen sus días ocupados y más que entretenidos desde que se retirase en 2012.
Hace apenas un par de días estaba enfrascado en la organización de su primera marcha cicloturista, el Desafío Óscar Freire. Ahora sólo quiere disfrutar del tiempo libre que no ha tenido en los últimos meses. Mientras buscamos el lugar para nuestra entrevista recorremos el garaje donde ha montado su taller de carpintería.
La calidad y diseño de los muebles de madera que ha construido nos dejan boquiabiertos, sobretodo viniendo de un autodidacta que puso en práctica esta pasión después de su retirada. Óscar Freire también es un apasionado de la tecnología y esperaba en esos días terminar de montar un cine en el sótano de la casa de su amigo y ex ciclista profesional, Iván Gutiérrez.
Mientras nos preparamos, intercambia impresiones con Mariano, el fotógrafo, sobre cámaras de fotos e iluminación. La fotografía es uno de los escasos hobbies de los que pudo disfrutar mientras competía ya que “no cansaba”.
Antes de entrar en materia, hacemos un repaso por los rallies de coches clásicos en los que ha participado con su ex compañero y amigo Pedro Horrillo y nos cuenta que en septiembre seguramente participe en un raid de aventura organizada por el vasco con la combinación de campo a través, ciclismo de montaña y remo. Afirma no preocuparle el futuro, sino vivir más el presente.
“No tengo prisa para nada. Prefiero buscarme un hobby que un trabajo porque afortunadamente me lo puedo permitir”.
Óscar Freire, un ciclista nacido para ganar
Óscar Freire apareció de la nada para convertirse en 1999 en Campeón del Mundo y cambiar la cultura ciclista en España, tan arraigada, por aquel entonces, al ciclismo de las grandes vueltas. Salvo el caso del sprinter Miguel Poblet, en los años 50, en España los Campeonatos del Mundo, las clásicas de un día y ni siquiera las etapas con final al sprint han despertado el más mínimo interés para los equipos españoles.
Recuerda Freire cómo en su primer año de profesional en Vitalicio Seguros en 1998; durante su primer Tour de Flandes iba bien colocado delante cuando pinchó la rueda y las motos neutras que asistían en carrera le ignoraron por ser de un equipo español. Eran años en los que los ciclistas españoles no aspiraban ni tan siquiera a hacer una buena carrera, ahí se iba a sobrevivir.
Gracias a Óscar Freire, en los últimos quince años el ciclismo español ha contado con bazas para carreras de cualquier tipo a lo largo de todo el calendario ciclista: grandes vueltas, carreras por etapas, clásicas y carreras de un día, y por ende ha permitido brillar a otras figuras como Alejandro Valverde, Joaquím Rodríguez o Juan Antonio Flecha, entre otros.
Reflejo de ello, ha sido el creciente interés por retransmitir más carreras por televisión, muchas de las cuales ganó en su día el ciclista cántabro y en España no se pudieron ver. Es un pionero y en España, ciclismo de grandes escaladores y aspirantes a ganar el Tour de Francia, no había aún equipos -y ha seguido sin haberlos- preparados para centrarse en carreras de un día y clásicas de pavé.
No es de extrañar que su carrera ciclista la desarrollase en equipos extranjeros: Mapei, Rabobank y un último año en Katusha. Pero Óscar Freire está lejos de lamentarse
Te puede interesar...
Cuando el asfalto es el escenario
Si hay algo que destaque de sí mismo el cántabro es su mentalidad ganadora. “Desde los nueve años hasta los 36 que me retiré, todos los años he conseguido al menos una victoria. Es algo muy difícil porque se pasa por momentos malos y en mi caso muchas lesiones. Es algo de lo que pocos corredores podrán presumir. En 1999 conseguí una sola victoria pero fue la de Campeón del Mundo”, sonríe.
Tras su victoria en el Campeonato del Mundo en el Mundial de Verona con 22 años, Óscar Freire pasó de ser un desconocido a ser el centro de atención con su maillot arcoiris.
Como ciclista profesional sólo contaba hasta entonces con una victoria de etapa en la Vuelta a Castilla y León, por lo que debía demostrar que no era campeón del mundo por casualidad y que tenía nivel para lucir aquel maillot. Fichó por el mejor equipo del mundo, Mapei y ganó diez etapas, entre ellas dos en la Tirreno Adriático y dos en la Vuelta a España.
“Recuerdo que ya en la primera carrera que hice de profesional en la Challenge de Mallorca sabía que podía ganar. En mi primer año de profesional, donde empezaba a esprintar muy poca gente me pasaba”. Óscar Freire recuerda cómo por el código no escrito de respeto que existía dentro del pelotón, debía comenzar a esprintar muy por detrás de las grandes figuras. “
Siempre empezaba con desventaja y por tanto arriesgaba mucho. Lo bueno es que me sabía mover bien dentro del grupo y sin gastar mucha fuerza; quizás ese era mi punto fuerte. Muchas veces no sería el mejor pero lo que hacía lo hacía bien”. Cuando fichó por el equipo Mapei y luciendo los colores del arcoiris tomó los galones para poder esprintar de cerca.
“De pronto se abría el hueco para mí, me respetaban y si me daban un toque me pedían disculpas”. Con el tiempo reconoce que aquel respeto que existía entonces, es una utopía en el ciclismo de hoy en día. “Ya no existe ese respeto y yo creo que es porque han llegado ciclistas de países con poca tradición ciclista y ha terminado por perderse. Antes se respetaba el trabajo del equipo del líder o del que iba a disputar la etapa, ahora la carrera va más descontrolada y no sólo se producen más caídas sino que hace que ganar sea más fácil”.
En la oscuridad del ciclismo, el arcoiris
Lo extraordinario de la figura de Óscar Freire es que no sólo irrumpió en el ciclismo español para ser un pionero, sino que lo hizo en una de las épocas más oscuras del ciclismo. El cántabro no temía enfrentarse al código de la omertá para alzarse en contra del dopaje y de lo poco que se lamenta es de haber coincido con aquella generación.
“Yo he vivido la peor época. De pronto estabas en una competición y veías a uno que volaba y a los cuatro días daba positivo. Los primeros años del Tour de Francia era muy difícil, te costaba mucho seguir el ritmo. Es la mala suerte que he tenido. He dado con una época en la que la gente no actuaba bien, muchos han sido sancionados y esos han hecho que pasase al segundo plano en muchas carreras que igual podría haber ganado”.
Afirma que en el ciclismo de hoy en día eso ya no ocurre, se ha convertido en un deporte limpio. “Los últimos años en el Tour iba hasta escapado...¡llegué a pasar el Tourmalet escapado!”. Su primera participación en el Tour de Francia tuvo lugar en 2002 con inicio en Luxemburgo y logró una victoria en la segunda etapa con final en Saarbrücken, Alemania, imponiéndose sobre el australiano Robbie McEwen y el local Erik Zabel. Ese día, Freire rompió con los veinte años de sequía de victorias españolas al sprint en el Tour de Francia.
“En una Flecha Valona terminé quinto -2005- y tenía que renegociar mi contrato y el equipo me decía que ese año había estado muy bien pero que no había conseguido ninguna carrera importante”. En aquel año corría por tercera temporada con el equipo Rabobank y logró la victoria en la clasificación general de Tirreno Adriático además de tres etapas, y la clásica Flecha Brabanzona.
Una lesión le apartó de la competición después de la Lieja -Bastoña-Lieja. “Entonces le enseñé una foto de la última curva de la Flecha Valona y les propuse fichar a alguno de los corredores que aparecían. Todos tenían problemas con el dopaje y las sanciones. El director se quedó sin palabras. Te das cuenta de que has vivido la peor época. Muchas veces se valoraba más un escándalo que conseguir una victoria”. Se quedó en las filas del equipo holandés hasta 2011.
Durante sus catorce años de carrera profesional, Freire coincidió con distintas generaciones ciclistas, desde Bartoli, Cipollini, Bettini, Zabel, McEwen, Petacchi, Valverde a Boonen, Cancellara, Cavendish, Gilbert, Van Avermaet y Sagan, entre otros.
Pero de todos siente algunas preferencias por Michael Matthews de quien fue compañero de habitación en varias ocasiones durante sus años de Rabobank y a quien no duda de dar algún consejo cada año antes de la gran cita en Milan Sanremo.
“En mi opinión, el nivel no es tan alto como antes. En los primeros años Peter Sagan lo tenía más difícil porque había más rivales directos. Ahora hace lo que quiere probablemente porque tiene más experiencia y porque los demás no tengan el nivel que había cuando yo corría”, afirma.
“Valverde es el mejor corredor de los que hay ahora pero sigue ganando con una facilidad asombrosa y yo creo que si hubiese un nivel muy alto no lo haría. Ya ganaba cuando yo corría pero no con tanta facilidad como ahora y no creo que es mejor que entonces”.
La genialidad de Óscar Freire es que se hizo a sí mismo. El sueño de cualquier ciclista amateur en la época era fichar por ONCE o Banesto y sin embargo no mostraron el más mínimo interés por él. Recuerda que la única ayuda que recibió del ayuntamiento fue un pulsómetro ya que “primero no tenía el nivel para recibir la ayuda y poco después ya era profesional”.
Y es que de la noche a la mañana se convirtió en Campeón del Mundo con Vitalicio Seguros con apenas una decena de días de competición y en las carreras más difíciles y atípicas para los corredores españoles y por tanto por descarte. Llegó a Mapei con su viejo Corsa que mantuvo durante varios años como único vehículo de transporte.
“Lo último en lo que pensé cuando gané el Mundial fue en comprarme un coche. Les compré un piso a mis padres”. Unos años y unos títulos más tarde, sigue siendo el mismo tipo sencillo que mantiene los mismos amigos de la escuela.
En el mismo campeonato que debutó en 1998 de la mano de Paco Antequera, el Mundial de Valkenburg, se retiró en 2012, logrando un décimo puesto y con la victoria del belga Philippe Gilbert.
“Echo de menos ganar”, afirma Freire sin rastro de melancolía. “Echas de menos esa vida tan ordenada. También tener que soportar cierta presión para motivarte. Echo de menos con la facilidad con la que iba en bici, ahora me doy cuenta de que hay subidas y repechos que antes ni siquiera sabía que existían”, se ríe.
Afirma que el ansia por sentir de nuevo aquella adrenalina de competición la calma con los rallies. Al finalizar la entrevista me propone dar una vuelta como copiloto. Y vaya con la adrenalina.
No te pierdas nada
¿Quieres estar al tanto de todas las novedades de Maillot Mag?
Suscribete a nuestro newsletter para no perderte el mejor contenido relevante, novedades, opinión, podcast, etc.