Edimburgo, una ciudad a pedales

Bicis en el techo, cervezas y maillot de los setenta: pedaleando por Edinburgh

Facebook
Twitter
Whastapp
Autor Maillot Marcos Pereda
Autor de la fotoGema Rodrigo, Envato elements

Fecha de la noticia 28/02/2021


Edinburgh, o Edimburgo, es una ciudad que se mueve a pedales. Quizá no haya sido cuna de grandes campeones, pero la ciudad respira ciclismo… entre las gotas de lluvia se cuela el ruido de las cadenas y los piñones en constante movimiento mientras buscamos el Olimpo en forma de pub ciclista.

Edimburgo, una ciudad a pedales

No llueve tanto. Es lo primero que piensa el forastero al caminar por Edinburgh. No llueve tanto, el tópico es incierto. Luego, en un instante, chaparrón de realidad, nunca mejor dicho. Gotitas de agua y sol a la vez (en el sitio donde yo vivo a eso le llaman sol de brujas). El tiempo es voluble en Edinburgh, primera enseñanza. Un enorme arco iris enmarcando el monumento a Walter Scott, y cientos de hombres y mujeres en bicicleta que pasan junto a él. Edinburgh es una ciudad a pedales. Segunda enseñanza.

En realidad, no son demasiados los campeones ciclistas que han nacido en Edinburgh. El ciclismo de carretera es un deporte que ama las montañas, las cuestas, los espacios abiertos. Un deporte de pueblo, en suma, uno que no gusta de grandes ciudades, transportes públicos y cientos de semáforos (y los semáforos en Edinburgh duran mucho, se lo puedo asegurar). Eso sí, el ciclista más laureado de los nacidos aquí es toda una leyenda. Nada menos que Sir Chris Hoy. Seis medallas de oro olímpicas para un total de siete. Once veces campeón del mundo (veinticinco puestos entre los tres primeros). ¿El deportista más exitoso de Gran Bretaña? Podría ser.

Te puede interesar...

Test: BH Ultralight EVO 8.5

Edimburgo, una ciudad a pedales

Velódromo, donde cada segundo, cada pequeño movimiento, cuenta. Cientos y cientos de vueltas en la pista de Meadowbank. Tiene 250 metros de cuerda y un aspecto austero, clásico, con ese punto de elegancia tradicional, casi trabajadora, que poseen muchas cosas en Edinburgh. Esfuerzo milimétrico, entrenando hasta el último detalle. Una rueda que jamás sale de la cuerda (línea blanca, o azul, o marrón). Relevos. Dolor en piernas, en espalda, en cuello, dolor que explota en los sprints y te hace gritar. Es ingrata esa disciplina. Allí, en Meadowbank (a las afueras de la ciudad, en realidad, casi idéntica distancia de los Leith Docks) también empezaron sus carreras John Archibald o Craig MacLean. Que en la actualidad el Velódromo Sir Chris Hoy (un edificio sofisticado, moderno, cierto aire chic) esté situado en la vecina Glasgow solo puede entenderse como fino rasgo de humor escocés…

Pero no hablamos de competición. No, al menos, en lo principal. Aquí la cosa es más de ocio, trabajo, transporte. Si no existiesen relojes en Edinburgh sería sencillo saber qué hora del día es fijándose en la vestimenta que llevan quienes montan en bici. Temprano, apenas amanecido, traje y corbata, ejecutivos que llegan tarde a su despacho o al banco y pedalean con todas sus fuerzas sobre bicicletas último modelo. Un par de horas más y ves un montón de MAMIL (medium age men in lycra) acelerando por entre parques y cariles bici, intentando llegar a la cima de aquella pequeña cuesta sin quitar el plato grande, exprimiéndose hasta sudar un poco bajo el cielo que ahora es soleado y dentro de unos minutos llevará nubes.


Te puede interesar: El pavés de la Paris Roubaix: su historia y como pedalear sobre él


el rugby sigue siendo el rey...

En general abundan los maillots de tipo retro. Mucho Molteni, mucho Bic, mucho Peugeot (me imagino que por Robert Millar). También ropa moderna de esa sofisticada. Negro, blanco, tonos apagados. Elegancia. Gorras caladas, siempre con la visera hacia arriba. Muy cool. Ojo, también hay otras cosas. Jerseys de Ineos y de SKY. Ropa de clubes locales. Hasta una camisola del Quince del Cardo convertida en maillot, porque aquí el rugby sigue siendo el rey. Por ver incluso vi un tipo que iba andando en bici protegido con unas gafas de bucear y un tubito de snorkel metido en la boca, aunque me temo que aquello fue una excepción y no va a marcar tendencia…

Luego, sobre las 5 o 6 P.M., aparecen otro tipo de ciclistas. Vestidos con pantalones vaqueros, pelo peinado de forma original. A la (muy animada) vida nocturna y cultural de Edinburgh también se va en bicicleta. Fixies, la mayoría antiguallas con pequeñas modificaciones que exigen una enorme habilidad para frenar en seco (y piernas de acero para no salir disparado) y se apiñan frente a cafeterías y pubs como si fuesen piezas de un robot gigantesco…

Te puede interesar...

Test: MET Rivale Mips

Edimburgo, una ciudad a pedales
Edimburgo, una ciudad a pedales

Hay algunos con ambiente ciclista, claro. Bares, digo. Pequeños templos a los que acudir para, al menos, ver. Tocar, sentir el ambiente. Y tomar una cerveza, claro (el redactor de Maillot no puede hacerlo, porque su espíritu de estricta profesionalidad le impide mezclar trabajo y alcohol…). Está, por ejemplo, “Le Ventoux”, en Fountainbridge. El nombre no engaña, como tampoco lo hace un enorme cartel situado a la entrada del pub. Allí, la silueta del Monte Calvo (antenas en la cima incluidas) saluda a todos los que llegan. Delirio de Gaul, de Bernard, de Pantani, agonía de Kubler y hasta de Merckx (aunque acabase ganando, porque Merckx siempre acababa ganando). No mire para otro lado, amigo lector, usted también reconoce esa imagen al primer vistazo. Por si le quedan algunas dudas sobre si entrar o no en la puerta siempre hay aparcadas un buen puñado de bicicletas. Clásicas, retro, fixies, incluso alguna de carretera. No nos lo pensamos…

Dentro… algo parecido al paraíso. Hay luz tenue, cierto toque rojizo, ese tono tan particular que tienen los pubs en Gran Bretaña y que resulta a la vez cálido e íntimo. Debe ser algo propio de las Islas (quizá es la niebla, quizá el fish and chips) porque en ningún otro lugar de Europa he visto esa misma iluminación. Parecida sí, pero no idéntica. Pasaremos por alto el gran número de acuarios que aparecen aquí y allá, porque esto es una revista de bicis (y el redactor solo puede hablar de un hobby cada vez) y también los muñecos de Masters of the Universe (por idéntica razón). Pero en ciclismo…


Te puede interesar: ¿Qué ocurrió…? El uso de los cascos en el pelotón


Bicis... Bicis colgadas en el techo

Al fondo del local nos saluda un maillot de La Vie Claire. Hinault, Lemond. Mondrian, claro. Tan estiloso. Tras la barra hay afiches y recuerdos del Tour, de la Vuelta, del Tour de Yorkshire, el Giro de Italia. Una foto del Tourmalet, una postal del Stelvio, una gorra con la palabra “Col du Galibier” escrita en ella. El póster de Alpe d´Huez, el retrato de Fausto Coppi. En un primer momento camino de aquí para allá, fijándome en la decoración, molestando (sí, lo admito) a los parroquianos habituales (jóvenes parejas, grupos de colegas, buen ambiente, un cuarentón barrigudo y algo ebrio acodado en la barra que intenta mantener conversación etílica y farfullada conmigo).

Al principio las camareras me miran con preocupación (un extranjero grandote y algo loco que mira todo con los ojos muy abiertos y sonrisa en la boca no resulta demasiado bueno para el negocio) pero después de estudiarme detenidamente parecen decidir que no represento ningún peligro inmediato y me dejan hacer. Hasta que levanto la vista y encuentro el Santo Grial. O algo parecido, ya saben, que estando cerca de Rosslyn hay que andarse con cuidado. Bicis. Bicis colgadas en el techo, como si fuese un pelotón suspendido en el aire. Bicis antiguas, bicis de carreras, con su dorsal y todo, con los desviadores del cambio en el cuadro, con los portabidones en el manillar. Sus radios relucientes, sus susurros de tiempos pasados. Tan extasiado me encuentro que hasta debo pedirme una segunda cerveza. Y una tercera.

Edimburgo, una ciudad a pedales
Edimburgo, una ciudad a pedales

Imperdible.

A la mañana siguiente (un poco de dolor de cabeza nunca ha matado a nadie) fui en busca de tiendas de bicicletas. Una ciudad tan dinámica con las dos ruedas debe tener algún sitio bien llamativo. Edinburgh cuenta con numerosos comercios de este tipo, aunque la mayoría son espacios modernos, limpios, asépticos. Sin historia, sin encanto. Desesperado, casi desfalleciendo, decidí seguir a un tipo con barba larga que montaba una preciosa Cervélo dorada (la enorme variedad en las máquinas que se ven por Edinburgh es otra de las cosas que llaman la atención… en la misma farola puedes ver encadenadas desde auténticos hierros que no costarán ni 50 libras hasta máquinas modernas que superan ampliamente las 6.000).

Acerté, el hipster se detiene frente a un cartel (en realidad media bicicleta asomando de un muro) y entra en Bike Trax. Un caos… no sé si ordenado, pero un caos. Ruedas, piñones, cables de freno, radios, mil herramientas por mesas y suelo. Me encanta. Huele a grasa para las cadenas, a gasolina (deja muy limpios los cambios), también a goma de neumático. Esbozo una sonrisa, tímido (me sigue doliendo un poco la cabeza) y empiezo a charlar con un chico que está poniendo una cinta nueva a un manillar. El tiempo, entonces, vuela.

Fuera los ciclistas pasan. De todos los tipos, de todas las formas. Deportistas, trabajadores, chicos que van a reunirse con los amigos. En bici.

Es Edinburgh.

No te pierdas nada

¿Quieres estar al tanto de todas las novedades de Maillot Mag?
Suscribete a nuestro newsletter para no perderte el mejor contenido relevante, novedades, opinión, podcast, etc.