Test: Probamos la Rockrider E-Actv 100, la perfecta y asequible entrada a las e-bikes urbanas
Movilidad sostenible al alcance de todos



La evolución de Decathlon en los últimos años es digna de ser analizada. Y no solo lo decimos por el crecimiento cualitativo de sus bicicletas de gama alta, tanto en XC con sus Rockrider (presentes en Copa del Mundo) como en carretera (desarrollando una marca específica para esta disciplina como Van Rysel, y que también está presente en el WorldTour).
Igualmente es de alabar su voluntad de seguir haciendo bicicletas asequibles y accesibles al mayor número de usuarios, y eso también afecta a sus bicicletas eléctricas, especialmente a esta gama E-Actv de reciente creación y que incluye e-bikes tan válidas como ésta para moverte por la ciudad en el día a día como para disfrutar tranquilamente de carriles bici y pistas sencillas los fines de semana.
Te puede interesar...
Guía de Compra: gama Rockrider E-Actv de Decathlon, las e-bikes más accesibles

Y es que (atención, spoiler…) os va a resultar muy difícil encontrar una e-bike con las características de esta Rockrider E-Actv 100 a cambio de los escasos 1.000 euros que cuesta. Pocas veces hemos visto una relación calidad-precio tan justificada y acertada. Os vamos contar los motivos.
La sencillez como premisa
Buena parte del público que está llegando a las bicicletas eléctricas es, en algunos casos, totalmente novel en esto de dar pedales. O al menos, de dar pedales con una cierta continuidad en el tiempo y unas habilidades mínimas. Si a ellos le sumamos que desde muchos sectores estamos ‘animando’ a la gente a dejar en casa el coche y pasarse a la bici en sus desplazamientos diarios, algo que ya de por sí puede resultar estresante, nos podemos encontrar con un resultado no deseado y una experiencia desagradable. Y si además el usuario se ha dejado un buen ‘pastizal’ en la bicicleta, apaga y vámonos.
La Rockrider E-Actv 100 trata de hacer fácil todo lo que pudiera ser complicado para el recién llegado al mundo de las e-bikes urbanas. Y ya os podemos adelantar que en buena medida lo consigue. En primer lugar gracias a un sencillo y elegante cuadro de aluminio hidroformado, en este caso, con diseño de barra baja, especialmente recomendable, precisamente, para todos aquellos usuarios que no están acostumbrados a las formas habituales de un cuadro de bicicleta, y que suele ser más incómodo a la hora de subir y bajar, o parar en un semáforo.
Un cuadro disponible en dos tallas: S/M y L/XL. La primera de ellas recomendada para estaturas de 1,50 a 1,72 m y el la segunda de 1,72 a 1,95 m. Damos fe de que la estimación de alturas es correcta, pues yo he probado la S/M con mi 1,75 m y desde el primer momento me sentí un poco ‘encogido’, sin llegar a resultar incómodo en ningún momento. Estamos ante una bici eminentemente urbana y no ante una ‘aero’ de competición.
La geometría, como os podéis imaginar, nos coloca en una posición muy erguida que nos permite controlar sin esfuerzo todo lo que sucede a nuestro alrededor. Lo que unido a unas vainas generosas en longitud se traduce una bicicleta muy cómoda y estable. Una comodidad, por cierto, que Rockrider ha intentado complementar con la instalación de una horquilla de suspensión de 60 mm. En nuestra opinión, y teniendo en cuenta los neumáticos de 47 mm que montamos y los terrenos por los que te vas a mover con esta bici, no hubiera sido necesaria y estás añadiendo un punto más de revisión obligatoria.
El guiado de los cables, con entrada por la parte superior del tubo principal, es en buena medida interno, lo que se traduce en una estética global del conjunto bastante limpia. Y contamos además con numerosas roscas en el triángulo trasero, compatibles con la instalaciones de portabultos, sillas de bebé e, incluso, remolques. Tampoco falta el soporte para la pata de cabra, un elemento que, sinceramente, echamos de menos que no venga de serie en una bicicleta de estas características.