Gravel: más allá del asfalto
Mi primer contacto, mi primer cruce de miradas con el gravel fue cuando tuve la oportunidad de probar una GT Grade. Es decir, lo conocí de la peor manera posible: vía producto.
Con la bici en casa, apoyada en mi mesa empecé a investigar. Me juraban que no era una bici de CX. Una geometría distinta, más relajada, un cuadro de carbono diseñado para que las vainas flexen donde puedan hasta donde se les deje… Una bici para hacer kilómetros. Y eso hice.
Soy desconfiado y pesimista por naturaleza y decidí empezar por lo fácil: vía pecuaria. Y surgió el flechazo. Ya, sin más. Siento que no haya más misterio. Rodaba fácil, rápido y sin apenas ruido. Sin esa sensación de lastre que me da en estas situaciones mi bici de montaña.
Hasta ese momento no lo sabía pero llevaba años sufriendo sin saberlo. Más rápido, más fuerte…, adelantando a bikers que me miraban con envidia y sorpresa. Sí, lo sé, hay mucha gente que lleva mucho tiempo haciendo esto pero, seamos serios, no se les ve mucho.
Llega la primera curva y vives una nueva sensación: no te fías, te da miedo, no sabes si frenar, acelerar o silbar. Acabas haciendo un poco de todo. Estoy acostumbrado a mis neumáticos gordos, a mi bici gorda. Esto es otra sensación.
Siento la gravilla, las arrugas del suelo y la sensación única que te da saber que si te caes te vas a hacer mucho daño. Desde el año 96 no tenía esa sensación y eso se agradece cuando aparecen las canas.
Vuelvo a casa con las pilas cargadas, eufórico y con más fotos de las que debería en mi móvil. Quiero acordarme y quiero presumir un poco, ser diferente por un día en Instagram. Sé que hay más gente que siente lo mismo que yo pero no están cerca y la red social de los filtros evocadores parece el sitio perfecto para encontrarlos. No me equivoco.
Mi mujer anda mosca. Sabe que se la estoy pegando con otra. Pero soy valiente y repito. Me lanzo al día siguiente y combino momentos de gloriosa pista, relajado hipsterismo en el camino y frustración y miedo en el sendero. En esta última parte echo de menos a mi gorda, a su horquilla de suspensión, a su… todo. Ya era hora.
Como las buenas comedias románticas solo estamos juntos unos días más. Solo me queda leer lo que Muriel opine de ella en Maillot y echarla de menos como se debe: viendo, leyendo y devorando todo lo que tiene que ver con ella y su mundo en Internet.
Los orígenes
Cuando hablamos de los orígenes del gravel lo mejor es que… no hay orígenes. Que sí, que sí…, que tú ya te dabas tus vueltas por ahí con la bici de ciclocross. Que sí, que sí…, que a principios del s.XX los alpinistas iban en bici hasta el comienzo de las escaladas. Que sí, que sí…, que la Guardia Civil estuvo casi un siglo haciendo ancha Castilla montados en bicicleta. Todo eso da igual.
El gravel es un presente que se está haciendo y fabricando. El gravel es algo que puedes hacer con tu bici de ciclocross, con tu bici de trekking… y con una bici gravel.
El gravel es combinar carretera, caminos, pistas y senderos. Es ir de A a B sin importante por donde pises. Es hacerlo de forma ágil y sencilla. Y además, es hacerlo «de tranqui» (que no es lo mismo que lento), mirando el paisaje y no el Garmin y, a ser posible, con el Strava cerrado.
Algunos añaden a este cóctel algunas alforjas y mochilas, una buena cámara de fotos y un par de semanas para descubrir lo que se esconde más allá de las cunetas de una carretera. Precisamente, por ellos, algunos prefieren el concepto de «bicis de aventura» frente al del gravel.
En resumen, tienes la «esencia» de lo que llevamos haciendo durante años (pedalear hacia algún sitio) en algo que es completamente nuevo. Las primeras referencias al gravel vienen de EEUU. Las marcas empiezan a incluir en sus catálogos nuevas bicis que se basan en las ciclocross pero que se relajan un poco, que se olvidan de la competición para centrarse en aumentar la distancia y que no tienen miedo en incluir tecnologías que, a priori, muchos ciclistas de carretera rechazarían (por ejemplo, los frenos de disco).
Son bicis para un público sin vetos. Mientras tanto, se empiezan a publicar en distintos medios y blogs experiencias y aventuras en las que se utilizan este tipo de bicis y se empieza a formular la filosofía alrededor de esta nueva modalidad. Esto ocurre entre 2012 y 2014. Anteayer.
Todo es tan nuevo, que las propias bicis gravel están por definir. La GT Grade podría ser un buen ejemplo de «gravel de manual» pero no hay nada cerrado. Un buen ejemplo, es la Cannondale Slate: ruedas de 27,5’ y horquilla Lefty. ¿Más?
La One U.P., una bici que permite montar ruedas de MTB…, como la Gravel Le Nomade, que se parece más a la primera bici con la que competía John Tomac (ese manillar de carretera quedará siempre en nuestra memoria). Al otro lado, pureza, acero, titanio… como la Kona Rove. Y si te dedicas a buscar artesanía las noches pueden ser muy largas y la frustración desbordante.
Gran parte del futuro del concepto pasa por esa relación entre marcas, consumidores y la palabreja innovación. Si las gravel acaban pareciéndose mucho a una bicicleta de montaña, desparecerán. Si se quedan en bicis de ciclocross retocadas, también. A fin de cuentas, ante una copia maquillada… preferirán el original. Se pone apasionante, ¿verdad?
¿Y si no hay bicis Gravel no hay Gravel? Es difícil decirlo. Pero si hay un segmento que crece y hay marcas que lo apoyan habrá eventos y habrá aventuras. Es así de fácil. Si no, volverá a ser algo… sin nombre. Algo que muchos no conocerán y un tipo de ciclismo que muchos ni se plantearán. Marginal. Una pena.
En EEUU ya hay eventos marcados por este espíritu gravel y en España se empieza a calentar el horno. Son buenas noticias.
Nosotros
Es un invento americano. Pero parece hecho para nosotros. Los días que pasé con la GT Grade hice casi más kilómetros que con mi bici de carretera y muchos más que con mi bici de montaña. Me llevaba la pasión, el enamoramiento pero también el entorno, las posibilidades.
Carreteras buenas, malas y regulares, vías pecuarias, caminos vecinales… Donde antes me aburría ahora gozaba. Seguro que esos escenarios se dan cerca de donde vives. Seguro que si eres de esos ciclistas de montaña que apenas tocan las trialeras descubrirás que has estado perdiendo el tiempo durante años con la pareja equivocada.
Si das el paso tendrás más kilómetros y más sensaciones con ese sentimiento autocomplaciente de volver a las esencias aunque lo hagas sobre carbono. Qué más da.
Lo tenemos todo para ser un país gravel. Solo nos falta vencer el temor, no el temor a tener algo nuevo, sino a hacer algo nuevo. Incluirnos en una categoría distinta y recién creada. Arriesgarnos para decir que fuimos pioneros en algo, aunque sí, lo sabemos, no lo inventamos y siempre ha estado ahí.
Nuevo segmento, nuevas bicis. Da igual de quien fuera la idea. Yo, de momento, le doy las gracias.
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