Test: Probamos la Scott Solace Gravel eRide 10, comodidad, rendimiento e integración.
Entra por los ojos



Cuando imaginamos una bicicleta de gravel, y, sobre todo, cuando imaginamos una bici de gravel eléctrico, es probable que no nos venga a la cabeza una bicicleta como la Scott Solace Gravel eRide. Y es que la Solace Gravel tiene mucho más que ver con una Scott Addict que con lo que muchos consideramos el prototipo de una bici aventurera.
¿Quiero decir que la Scott Solace Gravel eRide es una bici que entra por los ojos? Sí, y a las fotos me remito. Soy el primero al que le gusta una gravel “pura” con tubos redondos y cables por fuera si me apuras. Pero hay algo en la mente de casi todo ciclista que hace que una bici con este nivel de detalle, líneas suaves, un toque aero gravel, vainas perfectamente talladas, cableado interno y ruedas Zipp con perfil sea irresistible. Y todo ello con un motor que ni afea ni molesta. Sobre esto último, cabe decir que el mérito es compartido entre los diseñadores de la marca suiza y los de la marca alemana TQ.
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Pero antes de que me acuses de superficial, vamos a ir a las cuestiones más técnicas. Y es que la Scott Solace Gravel eRide trata de colocarse en una categoría compleja como son las e-gravel ligeras. Y digo compleja porque si las ebikes ligeras de montaña son ahora mismo el campo de batalla de algunas de las bicis más refinadas del mercado, las e-gravel y las e-road también tienen mucho que aportar. Y es que conseguir el equilibrio perfecto entre rendimiento, ligereza, autonomía, “feeling” de bici y precio no es nada fácil.
Para luchar por el hueco, las bazas de la Solace Gravel son su comodidad, su polivalencia, su diseño y el motor TQ. Empecemos por el final.