Viajar en bici: El Camino Ignaciano

Pedaleando a contracorriente

Facebook
Twitter
Whastapp
Autor Maillot Víctor Marcos
Autor de la fotoOrbea

Fecha de la noticia 19/01/2022


Hace 500 años, Ignacio de Loyola emprendió un camino de peregrinación desde su casa en Azpeitia hasta Manresa, transitando por lo que es el Camino de Santiago a su paso por Cataluña, Aragón, Navarra y La Rioja... pero en sentido contrario. Medio milenio después, podemos recorrer en bicicleta ese camino, en dirección opuesta a la que indican las icónicas flechas amarillas, en un fantástico peregrinar cultural, natural y ciclista.

El Camino Ignaciano. Pedaleando a contracorriente

Cuentan las crónicas que Ignacio de Loyola albergaba una fuerte personalidad, asentada en unas firmes convicciones religiosas. Respetuoso con la conciencia y el camino elegido por cada uno en la vida, no dudaba en ir a la contra a la hora de defender sus creencias y llevar a cabo sus proyectos vitales... ¿quién no se ha sentido alguna vez así?

Nacido en el seno de una familia noble, cae herido en la defensa de Pamplona frente a las tropas francesas, allá por 1521. Y durante el período de recuperación y convalecencia, en su casa, sufre una importante transformación espiritual, lo que él mismo llama su 'conversión': decide abandonar lo que había sido su vida de noble hasta ese momento y centrarse en la búsqueda de la voluntad de Dios.

El camino a seguir, por tanto, estaba claro: Jerusalén, en Tierra Santa. Para ello, habría de llegar antes a Barcelona, por el camino real utilizado entonces para llegar a Santiago de Compostela, desde tierras catalanas. Un apasionante itinerario a contracorriente que iniciaría a finales de enero o principios de febrero de 1522, para llegar al Santuario de Nuestra Señora de Montserrat el 21 de marzo.

Hoy te proponemos la posibilidad de emular el Camino Ignaciano, en dirección contraria a las conocidas 'flechas amarillas', a lomos de tu bicicleta. Un viaje de evasión, una ruta de búsqueda de uno mismo, necesaria más que nunca en estos días que corren. Una forma de desconectar que también ponen en práctica ciclistas profesionales como Luis Ángel Maté (Euskaltel-Euskadi) a lomos de su Orbea Terra de gravel para disfrutar de otro ciclismo, a otro ritmo. Puedes comprobarlo en este vídeo, en un nuevo episodio de la serie Pachamama de la firma de Mallabia.

 

Te puede interesar...

La madre tierra, Elcano y el grável. Así es Pachamama

El Camino Ignaciano. Pedaleando a contracorriente
El Camino Ignaciano. Pedaleando a contracorriente

La ruta

Hablamos de practicamente 655 kilómetros que se pueden repartir en tantas etapas como preparación física o tiempo disponible tengamos. Nuestra recomendación es hacerla en 8 etapas, aunque podemos alargar hasta 9, 10 o, incluso, 11 jornadas, si queremos ir mucho más tranquilos y relajados. Una buena base para planificar nuestras etapas la encontramos en el track oficial de la Oficina de Peregrinos del Camino Ignaciano alojado en Wikiloc, así como en la web oficial del Camino Ignaciano, donde encontraréis amplia información sobre los puntos de interés, alojamientos y, como no, las 'pistas ignacianas' a seguir.

1ª etapa: Loyola-Alda 79,6 km

Arrancamos, como no podía ser de otra forma, dejando atrás el Santuario de Loyola y la Casa Natal de San Ignacio, en Azpeitia, rumbo a la vecina localidad de Azkoitia, donde enlazamos con el curso del río Urola, el 'guía' a seguir durante los siguientes kilómetros. Aizpurutxo, Urretxu, Zumárraga... Guipúzcoa y sus pueblos van amenizando una ruta no exenta de buenas porcentajes en algunos tramos de su parte inicial. De hecho, si vamos muy cargados o el camino está en malas condiciones -en algunos momentos del invierno, por ejemplo, siempre podremos echar mano de la carretera cercana.

Merece la pena detenerse unos minutos en la población de Legazpi, vinculada desde antiguo a la industria del hierro y cuya historia se puede revisar en un museo dedicado a esta actividad, así como en el Palacio Elorregi, casa-torre del siglo XVI ubicada en Telleriarte.

Sin embargo, el hito principal y espiritual de esta primera etapa es el Santuario de Arantzazu, centro religioso franciscano que nos recibe nos recibe con sus imponentes puertas de hierro, diseñadas por el genial escultor Eduardo Chillida. Buen sitio para descansar y afrontar con garantías la subida que viene después, y la posterior bajada hasta Araia, en el corazón del Parque Natural de Aitzkorri. Kilómetros más tarde, tras superar la sierra de Entzia, descendemos por el bonito valle de Arana hasta llegar a Alda, donde una casa rural nos sirve de alojamiento.

2ª etapa: Alda-Logroño 78,4 km

Con perfil descendente, y dejando atrás lo más escabroso de la orografía vasca, vamos atravesando pequeñas y bellas poblaciones como San Vicente de Arana, Antoñana (donde se encuentra el interesante Museo del Tren Vasco-Navarro), Orbiso, Santa Cruz de Campezo y Genevilla (con una bonita iglesia dedicada a San Esteban).

A partir de aquí, la ruta se suaviza un poco más, en busca de la Rioja Alavesa y su capital, Laguardia. El rodar por las pistas se hace más fácil y Laguardia nos recibe con su espléndido recinto amurallado, su iglesia de Santa María de los Reyes (con espectácular pórtico) y, como no, sus tabernas y bodegas subterráneas. La Pachamama, la madre tierra, nos da una tregua.

Cuesta abandonar Laguardia, sin duda, pero nos espera Navarrete, ya en tierras de La Rioja, punto de inflexión en el camino de Ignacio de Loyola. Cuentan que por aquí hizo escala el santo, camino de Montserrat, para ajustar algunas cuentas pendientes con el Duque de Nájera, residente en su palacio de Navarrete. No olvidemos el pasado noble... y guerrero de Ignacio.

El río Ebro, por cierto, se convierte a partir de ahora en nuestro compañero de ruta, guiándonos a buen ritmo hasta la capital riojana, donde no tendremos problema de alojamiento de todo tipo y, por su puesto, restauración. Basta darse un paseo por su afamada calle Laurel para comprobarlo en primera persona, degustando los buenos vinos de la tierra y pinchos a cual más tentador.

Te puede interesar...

Nueva Orbea Terra; la redefinición del gravel, para explorar y para irte de bikepacking

El Camino Ignaciano. Pedaleando a contracorriente
El Camino Ignaciano. Pedaleando a contracorriente

3ª etapa: Logroño-Alfaro 77,7 km

Dejamos atrás el Camino de Santiago Francés -recordad, a contracorriente- para enlazar a partir de ahora con el llamado Camino de Santiago del Ebro. El castillo de Aguas Mansas, en Agoncillo, es uno de los principales atractivos que nos encontramos. Arrúbal, Alcanadre... la toponimia de origen árabe comienza aparecer y nos recuerda el 'mix' de culturas del que estamos hechos. Una mezcolanza sinónimo de riqueza, en nuestra humilde opinión.

Un mestizaje que se refleja en la historia de Calahorra, hito importante de esta etapa. Llamada Calagurris por los romanos y Kalakoricos por los celtíberos, hoy es ya una importante ciudad de más de 20.000 habitantes, de gran tradición peregrina y agrícola. Hortalizas, frutas y verduras de calidad no faltan en esta población regada por las aguas del Ebro.

Una tradición agrícola que continua en Rincón de Soto y, como no, Alfaro, final de la etapa. Conocida como el 'paraíso de las cigüeñas', destaca en su cuidado casco histórico la Colegiata de San Miguel Arcángel y la iglesia de San Francisco. Un magnífico lugar, sin duda, donde descansar y reponer fuerzas.

4ª etapa: Alfaro-Alagón 92 km

Salimos de Alfaro, dejando atrás La Rioja, para adentrarnos por un breve lapso en la Comunidad Foral de Navarra. La tradición ignaciana navarra goza, además, de una relevancia especial como cuna de la familia de San Francisco Javier, compañero de Ignacio de Loyola, gran peregrino como él.

Siguiendo a nuestro guía, un río Ebro cada vez más caudaloso, transitamos por Castejón -con un bonito museo ferroviario- hasta llegar a la bulliciosa Tudela, capital de ribera navarra y una de las ciudades de origen musulmán más importantes de la península. Su magnífica catedral, de hecho, se levanta sobre lo que fue la mezquita principal.

Antes de llegar a tierras aragonesas, pedaleamos por El Bocal -origen del Canal Imperial de Aragón-, Ribaforada y Cortes, presidida por su castillo y torre del siglo XII. Ya en la aragonesa Mallén y en la animada Gallur encontramos todo tipo de servicios, desde restaurantes para reponer fuerzas hasta tiendas y talleres de bicicletas, por si hemos de solucionar algún contratiempo.

La 'romana' localidad de Luceni sirve de aperitivo antes de poner el punto final de la etapa, en Alagón. En Luceni cuentan tuvo lugar la anécdota que Ignacio relata en su autobiografía, cuando tuvo que decidir sobre la vida o la muerte de un musulmán con quien había tenido una discusión. Por fortuna para éste, la vida se impuso...

5ª etapa: Alagón-Bujaraloz 101,6 km

Partimos de Alagón, donde el río Jalón desemboca con el Ebro, para afrontar la etapa más larga del viaje, debido a la escasez de alojamiento en la comarca de Monegros, lo que nos obliga 'alargar' hasta Bujaraloz, donde sí contamos con todo tipo de servicios.

¿La parte buena? Que atravesamos la siempre atractiva ciudad de Zaragoza, presidida por la imponente basílica de El Pilar y con monumentos de obligada visita, como el Palacio de la Aljafería, además de la magia que transmite su casco viejo, repleto de tabernas y tentadoras 'tiendicas'.

Más allá de Zaragoza, el desierto de los Monegros nos espera en uno de los tramos más complicados -por lo monótono del paisaje- pero a la vez más espirituales de la ruta. Las distancias entre pueblos aquí parecen multiplicarse. Hay que ser precavidos... y fuertes de espíritu, como Ignacio. Coger provisiones en localidades importantes como Fuentes de Ebro, Pina de Ebro... y poco más hasta Bujaraloz. Autosuficiencia al poder.

6ª etapa: Bujaraloz-Lleida 80,8 km

Tras el merecido descanso en Bujaraloz, continuamos atravesando los Monegros, territorio escaso en sombras y rico en pistas interminables. Por suerte, la orografía no es tan exigente como en las etapas vascas, y avanzamos rápidamente hasta la villa de Candasnos, ideal para hacer una primera parada. Ni siquiera el río Ebro nos acompaña ya.

Por suerte, en la oscense Fraga el paisaje comienza a cambiar ostensiblemente, mientras atravesamos el caudaloso río Cinca. El trazado urbanístico del casco antiguo y las casas de adobe que todavía se pueden encontrar en él, nos recuerdan el importante pasado árabe de la villa. Otro buen sitio, sin duda, para reponer fuerzas y hacer un alto en el camino.

Muy cerca, apenas 30 km después, encontramos ya la ciudad de Lleida, en tierras catalanas. El final del Camino Ignaciano está cerca, pero todavía queda mucho por disfrutar. El Camino de Santiago catalán, además, se encuentra perfectamente señalizado y balizado, por lo que el viaje se hace mucho más fácil.

El Camino Ignaciano. Pedaleando a contracorriente
El Camino Ignaciano. Pedaleando a contracorriente

7ª etapa: Lleida-Cervera 67,4 km

Dejamos atrás la imponente Seu Vella de Lleida, camino de otro hito importante en el camino, Palau d'Anglesola, población que tiene su origen en el palacio árabe que pasó a manos cristianas en 1085 y que hoy preside la villa.

Estamos en tierra de palacios y castillos, como el que también encontramos en la localidad de Bellpuig, testigo de numerosos enfrentamientos armados a lo largo de la historia, como la Guerra de Sucesión o la de Independencia, cuando fue volado parcialmente.

También en torno a un castillo creció la población de Verdú, donde nació quien sería conocido como el santo defensor de los esclavos negros en el puerto de Cartagena de Indias (Colombia), Sant Pere Claver, miembro de la Compañía de Jesús en Cataluña.

Casi sin darnos cuenta, pasamos por Tárrega y llegamos a Cervera, final de esta penúltima etapa, y donde encontrarmos todo tipo de servicios, además de un importante patrimonio, como la iglesia de Santa María o su murallas.

8ª etapa: Cervera-Manresa 90,2 km

Continuamos por la bella comarca de La Segarra, sobre una orografía cada vez más escarpada, pero plagada de buenos bosques que nos dan cobijo y sombra. Sant Guim de Freixenet, Pallerols, Santa María del Camí... preceden la llegada a Igualada, donde cuentan que Ignacio de Loyola compró las “ropas de tela recia” que pensaba vestir en el futuro. Aquí el futuro santo ya tenía decidida la vigilia de oración que le esperaba en Montserrat.

Montserrat, el reto ciclista del final del viaje, aguarda tras una exigente subida de más de 400 metros de desnivel. Pero el esfuerzo queda compensado por la belleza de la montaña de Montserrat y el gozo de llegar a un lugar tan simbólico para la familia ignaciana. Fue aquí, ante el altar de la Virgen Morena, donde Ignacio se despojó de sus hábitos de noble guerrero y, tras una confesión de tres días, decidió abrazar por completo la fe y seguir el camino de Jesús.

Nosotros, por el contrario, no podemos deshacernos aún de nuestros hábitos de ciclistas peregrinos, pues nos queda la bajada hasta Manresa para poner punto y final a este viaje. Esta ciudad ignaciana acogió a los primeros jesuitas en 1602. Desde entonces la ciudad ha mantenido una presencia ignaciana constante, que hoy recibe un nuevo impulso con la llegada de los peregrinos ignacianos.

El Santuario de la Cova de Sant Ignasi es el lugar ideal para acabar nuestra peregrinación, recoger nuestra experiencia interior y discernir las luces y sombras que, seguramente, habremos experimentado a lo largo del camino.

Por cierto, si necesitas inspiración para tus próximas aventuras de gravel y bikepacking, sigue la cuenta de IG de Pachamama, donde puedes encontrar las pistas necesarias para alcanzar la simbiosis perfecta con la naturaleza, a través de la bicicleta. 

Y si buscas ampliar información sobre el Camino Ignaciano, lo encontrarás todo en su completa web.

No te pierdas nada

¿Quieres estar al tanto de todas las novedades de Maillot Mag?
Suscribete a nuestro newsletter para no perderte el mejor contenido relevante, novedades, opinión, podcast, etc.