Rapha Women´s 100 Madrid con Canyon
Un día para nosotras
Natalia Álvarez 
Mariano Herranz 
07/08/2017
Una cita marcada en el calendario con un año de antelación, una quedada ciclista con un recorrido que nos invita a descubrir uno de los rincones más bonitos de la Sierra Madrileña. Hasta aquí todo parecería normal, pero la Rapha Women’s 100 de Madrid que organiza Muriel Bouhet con la colaboración de Canyon y SRAM no tiene nada de normal y sí todo de excepcional
Ya participé en la primera edición de la Rapha Women’s 100, hace dos años, cuando nos juntamos algo más de 30 chicas. Una grupeta grande, muy grande para lo que se veía por las carreteras. Eso sí, con más presencia masculina de la que se esperaba, pero bastante discretos y otorgando el mayor protagonismo posible a las chicas.
No pude estar presente, por cuestiones físicas, en la segunda edición, aunque la seguí muy de cerca gracias a la cantidad de conocidas y amigas que participaron. Esa vez, a la quedada acudieron unas 70 ciclistas que, o habían reservado ese fin de semana con antelación y estaban deseando volver a pasar una jornada de ciclismo exclusivamente femenino o se habían sentido arrastradas por amigas con la intención de que descubrieran lo que significaba rodar en grupo con más chicas.
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Rapha Women´s 100 Madrid 2016
Esta tercera edición, no me la podía perder. Había marcado en rojo la fecha en el calendario desde hacía meses y he estado preparándome para estar a la altura del evento. Estaba segura que la Rapha Women´s 100 de este año iba a ser toda una experiencia, y así lo fue.
Al evento, organizado a través de nuestra amiga y colaboradora Muriel Bouhet, se unió Canyon… a ver, déjame que piense, si yo soy la ciclista, Canyon tiene una nueva gama WMN y Muriel organiza el evento... sólo quedaba apretarse bien las calas y vivir la experiencia Canyon en la Women’s 100.
Llegó el día
Domingo 23 de julio, el despertador suena siendo todavía es de noche, pero no me cuesta saltar de la cama. Aunque todo está preparado desde la tarde anterior, reviso que no me falte nada: zapatillas, bidón, casco, gafas, barritas, ganas... emoción. Sí, mucha emoción, porque en esta tercera quedada se ha batido el récord de participación con más de 120 chicas inscritas. Y yo, además de ser una de ellas, voy a tener la oportunidad de probar la bici Canyon Endurace WMN CF SL Disc 7.0 de la nueva gama que ha presentado la marca alemana apenas unos meses atrás.
La cita era a las nueve de la mañana en La Cabrera (Madrid), pueblo perteneciente a la zona conocida como Sierra Pobre, con un entramado de carreteras estupendas para la práctica del ciclismo por su poco tráfico y sus espectaculares paisajes.
El evento ha ido creciendo a la par que las ciclistas han ido evolucionando. Algunas de las que en su primera edición apenas llevaban unos meses dando pedales, se presentaban en La Cabrera con la seguridad que dan los kilómetros recorridos y los puertos coronados.
El recorrido que Muriel había diseñado, no sólo tenía que estar a la altura de las participantes, también tenía que abrirles la puerta a nuevas zonas de la Sierra. Sin puertos, pero con un desnivel considerable, teníamos por delante un perfil rompepiernas con la guinda del pastel esperándonos a partir del km 75: la subida a la Presa del Atazar.
Poco a poco iban apareciendo ciclistas en el punto de salida. Solas o en grupo. Reencuentros y presentaciones. Las últimas revisiones y comprobaciones en bicicletas y material se hace con trabajo en equipo, unas se ayudan a otras. Consejos, dudas que se resuelven entre amigas o futuras amigas… algo distinto a lo que he vivido en otro tipo de grupetas. Yo estaba casi lista, sólo faltaba mi media naranja a la que todavía no conocía en persona. Una cita a ciegas.
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Nace la gama WMN de Canyon, la apuesta por el ciclismo femenino
Llegó el equipo de Canyon, y mientras terminaba de prepararme fueron poniendo a punto y ajustando la nueva Canyon Endurace WMN CF SL Disc 7.0. Una bici que forma parte de la nueva gama exclusiva de ciclismo femenino. Cuenta con una geometría adaptada a nuestras necesidades específicas y un amplio rango de tallas desde la 3XS a la talla M.
Soy bajita y menuda, (sí, sí… ¡menuda soy!) ya que mido 1,58 m y peso 50 kg. Gracias al asistente Perfect Position System que Canyon tiene en su página web, pude elegir correctamente la talla que necesitaba. El resultado: la 2XS es la que mejor se ajustaba a mis medidas y, además, me daba la oportunidad de comprobar si la combinación de una rueda más pequeña (utiliza unas 650C o 27,5”) con un desarrollo semi-compact (52-36), por la que ha apostado Canyon, la mantenía ágil y reactiva y no me hacía sufrir demasiado intentando seguir a mis compañeras de grupeta.
Muriel y su inseparable megáfono, ya todo un clásico, daba la bienvenida a las chicas y explicaba brevemente cómo se habían organizado los grupos. César, de Canyon, me ayudaba con los últimos ajustes de la altura de sillín y ya estaba lista para salir volando. Nunca mejor dicho, porque la nueva Canyon Endurace WMN CF SL Disc 7.0 con la que me disponía a rodar no llega a los 8 kilos, y la sensación de ligereza no era algo meramente estético.
El reto
Llego a la salida justo a tiempo para localizar a Carolina Escudero, Luz Martín, Beatriz Martín Sánchez, amigas y compañeras de club con las que me une mucho más que la pasión por las dos ruedas. Bea abriría, junto a Miqui Reger de Ciclismo en Cadena, el grupo “rápido” que completaría el recorrido original de algo más de 100 km.
Por cuestiones de seguridad y con el objetivo de que todas las ciclistas que habíamos acudido a la concentración consiguiéramos terminar el reto, Muriel Bouhet planteó cuatro grupos distintos: dos de ellos con el recorrido de 102 km, y dos recorridos alternativos de 78 y 50 km.
Carolina y yo lo cerraríamos, ayudando a que ninguna chica se quedase descolgada, en caso de que lo necesitaran, claro. Tampoco tenía muy claro que no acabara siendo yo la que necesitase ayuda.
Los primeros kilómetros fueron nerviosos, algo estresantes, como en cualquier marcha. Rodar en grupo no es algo a lo que todo ciclista esté acostumbrado, y si además, ruedas con personas que no conoces, lleva un tiempo anticiparte a las maniobras de la ciclista a la que sigues la rueda. ¡Y yo con bici “nueva”!... la primera media hora sólo fui capaz de ver la rueda de Andrea, una chica que sólo llevaba “desde febrero” practicando ciclismo. Y si no lo llega a decir, nadie lo hubiera pensado. Menuda planta.
El primer bucle de la ruta resultó un continuo “sube-baja”, un perfil “rompepiernas” que marcó una pequeña diferencia entre la cabeza del grupo, en formación compacta y velocidad de crucero uniforme, con la parte trasera en la que íbamos un poco más “dispersas”. Había que encontrar el ritmo, y poco a poco lo fuimos consiguiendo.
Me encontré rodando más pendiente de mis compañeras que de mí misma, algo a lo que ayudó enormemente mi nueva montura. La Canyon Endurace WMN no me daba ni un sólo problema, no me exigía un sobreesfuerzo para mantener el ritmo y si era necesario realizar algún adelantamiento o maniobra, respondía de manera inmediata a la exigencia de mis piernas. Parecía que habíamos congeniado a la perfección
Al límite con la Canyon
Este modelo equipa frenos de disco, y era algo que yo probaba por primera vez. Viendo su eficacia en las “frenadas de emergencia” de los primeros momentos, les cogí el tacto rápidamente, por lo que esperé pacientemente la llegada del descenso de “La Trampa” para lanzarme y comprobar realmente su potencia cuesta abajo, con inercia y velocidad, en las curvas cerradas que alguna vez me había hecho saltar las pulsaciones por las nubes.
Descenso con curvas, un día de sol, sin viento, sin tráfico… qué os voy a contar. Bajar La Trampa fue un baile muy divertido y con una sensación de control total. La bici rodaba por el asfalto como si fuera por raíles, y sólo tenía que dirigir mi mirada a la salida de la curva para realizar la trazada limpiamente.
Mujeres que inspiran a más mujeres
Sofía, una de las chicas con las que compartí muchos kilómetros de esta primera parte del recorrido, no disfrutaba tanto como yo con las bajadas. Al inicio del tramo iba por delante de mí, pero en cada curva frenaba mucho, con un gesto muy tenso sobre su bici. Se veía que lo intentaba, pero no acababa de sentirse cómoda.
Me coloqué delante de ella, con la suficiente separación y le dije que se fijara en mí, en cómo tomaba las curvas. Tal y como tiempo atrás hicieron conmigo. “El pie de dentro arriba... la rodilla hacia afuera... mejor agarrada abajo… ajusta tu velocidad antes y suelta los frenos una vez entres en curva… deja que fluya”… toda la teoría de “1º de bajada en ciclismo de carretera” llevada a la práctica.
Llegamos al llano antes del cruce con la carretera de Torrelaguna y aunque todavía hay que seguir practicando, por lo menos su semblante estaba más relajado. Quizá sea porque somos chicas, y porque no nos conocemos, quizá porque el nivel entre nosotras es a veces un tanto dispar… pero algo característico en las salidas femeninas es el sentimiento de camaradería y unión, las ganas de ayudarnos y motivarnos las unas a las otras. Como dice Muriel “mujeres que inspiran a más mujeres”; toda una realidad.
Nos acercábamos al punto clave de la ruta, la subida a la Presa del Atazar. Ya unos kilómetros antes había quien iba preguntando que cuándo llegaba el puerto, que cuántos kilómetros tenía o que si era muy duro. La conversación no pudo por menos que pasar, y ni mucho menos de puntillas, por quién tenía el QOM del segmento o quien subía en menos tiempo Morcuera o Navacerrada. Mujeres sí, pero también ciclistas y competitivas.
El pacto
Pasado el pueblo de Patones se acordó, en silencio, un pacto no escrito: nada de ataques. Esto es una marcha, una salida de amigas, de muchas amigas, cada una a lo suyo, nos vemos arriba. Creamos un reto dentro de otro reto, daba igual si conocíamos la subida o no, no había enemigas, éramos cada una contra el asfalto, con un sentimiento de querer superarnos a nosotras mismas.
Nos acercábamos a los primeros y más duros kilómetros de la ascensión y las cadenas y desviadores anunciaron a las que no habían venido nunca por la zona que, en cuanto diéramos la curva, empezaría el baile.
Una pendiente media del 7% y un calor de justicia no fueron suficientes para que cada una de las chicas emprendiera la subida a la presa del Atazar con toda la concentración puesta en sus bicis y en el asfalto. Algunas sentadas, otras de pie, pero todas con la intención de llegar arriba lo antes posible.
De pie sobre la bici, con el “baile de San Vito”, como me dijo Lorena, otra chica del grupo, cada pedalada transmitía la potencia de mis piernas directamente, colocada sobre el eje del pedalier, oscilando con facilidad la bici, poco a poco llegué al coche de apoyo, con mucho calor, pero sin cansancio.
Una vez pasados los primeros 4 km, la furgoneta con bebida fresca nos esperaba. Pendiente de que no nos quedáramos sin agua, la asistencia de Oso Cycling fue clave. Con el calor que hacía se agradeció enormemente. Un poco de agua fresca, un par de hielos al bidón y… ¡carretera! que todavía quedaba tarea. Ninguna de las que paramos para “repostar” quisimos demorarnos mucho, tampoco lo necesitábamos, y menos ahora que lo más duro había pasado.
El resto de la subida es una consecución de curvas, con vistas al río Lozoya y Valdepeñas de la Sierra a la derecha, una subida preciosa, que gracias a que el desnivel ya no es tan pronunciado, se pueden disfrutar enormemente. Eso si no tienes activado los “live Segments” de Strava y vas a por tu “personal record”, claro.
El último punto de reagrupe no podía ser otro, el mirador de la Presa, allí fuimos llegando de una en una, en parejas o en pequeños grupos. En los últimos metros pude alcanzar a Andrea, salir en bici mola, compartir ruta… más.
¡Atención, Foto!
Se notaba que ya estábamos en el tramo final de la ruta, no por el cansancio, sino por el ambiente. Reagrupe, estiramientos, risas… ¡atención!: foto”... “mete tripa, saca pecho… y marca gemelo” ese fue el grito de guerra, nada de “cheese”, “sonríe” o el típico “patata”. La comida era mejor no nombrarla, ya que a estas alturas, a mí por lo menos, me empezaba a entrar hambre… y sed, pero esa es otra historia.
Nos alcanzó el siguiente grupo y esa era la señal para continuar ruta. “Vamos chicas, nos vemos en La Cabrera”, aún quedaban unos kilómetros picando para arriba, pero prácticamente estaba todo hecho.
La meta volante improvisada en El Berrueco todavía nos animó más. Ya era la tercera vez que pasábamos por allí en esa mañana y los que tranquilamente tomaban el “aperitivo” o disfrutaban de un paseo por el centro del pueblo, nos animaron igual que si fuéramos el pelotón profesional de La Vuelta... Creo que la quedada ha supuesto un hito histórico en El Berrueco, acostumbrado al tránsito ciclista y pruebas deportivas, pero seguro que hasta ese día no habían visto a tanta chica junta en bici.
Los últimos kilómetros no puedo decir que fueran tranquilos. Cometí el error de “para lo que quedaba” no comer nada, ni gel, ni barrita...nada, y como suele pasar en estas situaciones, después de 4 horas dando pedales, en un repecho, me fui descolgando del grupo… En esos momentos hay que pensar en positivo, así que me dije “bueno, por lo menos el camino me lo sé, así que llegar, llegaré… y detrás de mí todavía viene otro grupo”.
No fue tan grave la “pajara”, veía al grupo por delante, pero me había quedado en tierra de nadie. En cuanto me recuperé un poco, y viendo que tenía perfil favorable, metí todo, me agarré fuerte al manillar y eché los restos para alcanzarlas… ¡menos mal que pararon antes de entrar en La Cabrera!
Una última parada para reagruparnos, y llegar el grupo entero. Carol, Andrea, Muriel, Luz, Natalia, Bea, la otra Bea… ya no había guías, ya no había bicis escoba, éramos un grupo de amigas disfrutando de una estupenda jornada de bici. Dando forma a la quedada organizada por Muriel Bouhet y escribiendo un capítulo más acerca del ciclismo femenino, un capítulo que no se acaba aquí, al contrario, esto no ha hecho más que empezar…
Una vez llegadas a La Cabrera, en el hotel Sara de Ur, teníamos el lugar de reunión en donde el equipo Canyon había montado una pequeña expo con los nuevos modelos WMN. Allí nos esperaban amigos, novios, familia… la ruta había terminado, pero todavía quedaban sorpresas.
Una sesión de estiramientos a cargo de Beatriz de Biofisio, una bolsa de avituallamiento con fruta fresca que nos supo a gloria, y por supuesto los sorteos, fotos y la posibilidad de cambiar las zapatillas de ciclismo por unas siempre cómodas chanclas… los grupos que se iban creando tenían algo distinto a los de esa misma mañana, eran menos, pero más numerosos. Todas contándonos nuestras historias, intercambiando consejos, rutas, números de teléfonos, agradeciéndonos los ánimos y riéndonos de los errores y despistes…
Así fue mi experiencia Canyon en la Rapha Women’s 100 Madrid, motivante y muy divertida. Y con ganas de repetir.
La Canyon Endurace WMN CF SL Disc 7.0
El peso declarado de esta bicicleta es de 7,9 kg en talla S, así que mi modelo, más pequeño y con ruedas más pequeñas, era más ligero todavía.
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