5 razones para no usar ruedines en bicis infantiles
Uno de los recuerdos que, seguramente, muchos de nosotros guardamos de nuestra infancia es el momento en que aprendimos a pedalear sin ayuda, de forma independiente, a lomos de nuestra pequeña bicicleta. Esa sensación de libertad y autonomía, traducida en un "ya puedo montar en bici como los mayores", que se queda grabada a fuego en nuestro subconsciente y que, con el paso de los años, en el caso de los que practicamos ciclismo con cierta asiduidad, se convierte en el leitmotiv de buena parte de nuestras rutas: esa búsqueda de la libertad y la evasión de nuestras preocupaciones y rutinas, aunque sea por tan solo unas horas.
Hablamos de los años 80 -sí, los que formamos parte de esta redacción ya tenemos una edad-, cuando todavía faltaba mucho para la aparición de las ya habituales 'balance bikes' o bicicletas de equilibrio, cuyos beneficios puedes descubrir en este vídeo. Por aquel entonces, el recurso de los ruedines o estabilizadores para favorecer el aprendizaje del pedaleo y el equilibrio -menudo contrasentido- entre los más pequeños era algo habitual. El siguiente paso era, retirar los ruedines -en el peor de los casos, solo uno- y ayudar al niño mantener el equilibrio, mientras pedaleaba, agarrándole por la parte trasera del sillín. Y cuando tu padre/tío/hermano consideraba que era el momento adecuado, soltar el sillín... y buena suerte.
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Que sí, que aprendimos. Pero a base de no pocas caídas y costras en las rodillas, junto a frecuentes rabietas y cabreos, en ocasiones 'pagados' con la propia bici en forma de unas cuantas patadas. Aquí podríamos aplicar un famoso dicho popular, adaptado al mundo de los pedales, y que nos viene que ni pintado para describir aquellos años: "La bici con sangre entra".
Afortunadamente, el mercado nos ofrece desde algunos años la posibilidad de recurrir a las balance bikes o bicis de equilibrio para introducir a los más pequeños en el mundo de la bicicleta. Y de una forma, sin duda, mucho más natural y menos traumática que con los ruedines. Sin embargo, todavía resulta habitual encontrarnos en los parques de nuestras ciudades y pueblos, con niños 'aprendiendo' a montar en bicicleta, haciendo uso de dicho accesorio.
Esos padres, nadie lo duda, creen a ciencia cierta que ese es el método más seguro para que sus pequeños aprendan. La eficacia del mismo es otro asunto. Pero desde aquí vamos a darles cinco argumentos en contra de los ruedines para hacerles cambiar de opinión:
- No fomentan en el equilibrio:
El equilibrio es, junto con el pedaleo, transformado en movimiento, la esencia del mecanismo de una bicicleta. Con el uso de ruedines, obviamente, anulamos por completo la sensación de equilibrio, transmitiendo al pequeño una falsa percepción de lo que significa montar en bici, reducida simplemente a pedalear. Los ruedines priorizan el aprendizaje del pedaleo -algo realmente mecánico y que apenas necesita tiempo- sobre el del equilibrio, que es el factor esencial.
- Exceso de confianza:
Esa falsa percepción de lo que significa montar en bici pronto se traduce en un exceso de confianza por parte del pequeño, que puede pensar que "ya está todo hecho" o "qué fácil es ésto". Confianza que se traduce en miedo, cuando abandonamos los ruedines y les exponemos a lo que es el equilibrio real. En ese momento, al niño le costará salir de su zona de confort.
- Falsa sensación de seguridad:
Muchos padres siguen montando ruedines en las bicis de sus hijos por aquello de salvaguardar su integridad y que circule por el parque lo más seguro posible, hasta que esté preparado a dar el salto a pedalear por si solo. Sin embargo, ese nivel de seguridad tan solo es apreciable circulando en línea recta y a baja velocidad. En el momento en que la velocidad aumente y el niño quiera girar o tomar una curva, los ruedines impedirán que la bicicleta y, por tanto, el pequeño, se muevan con su inercia natural -tumbando, relativamente, hacia el interior del giro-, aumentando las posibilidades de vuelco.
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- Peligro: bordillos
A la hora de subir o bajar bordillos y pequeños escalones, todo irá relativamente bien si los afrontamos totalmente de frente, es decir, en perpendicular a la línea de desnivel. Pero mucho cuidado a la hora de encararlos en diagonal y, sobre todo, a baja velocidad -la más frecuente para un niño que está aprendiendo-. En ese caso, corremos el riesgo de que uno de los ruedines apoye sobre la superficie, mientras el otro se queda en el aire, creando una situación peligrosa para el pequeño, incluso, con riesgo nuevamente de volcar.
- Peso extra:
Si ya de por sí hay algunas bicicletas infantiles -por suerte, cada vez menos- que son auténticos 'hierros', si les añadimos un par de ruedines, generalmente fabricados con barras de acero, para que sean bien resistentes, la experiencia de pedaleo para el niño puede convertirse en una auténtica tortura. Y si a ello le sumamos el hecho de que esas pequeñas ruedas -normalmente de plástico macizo- no tienen un rodar muy fino, ya tenemos el combo completo para fomentar la animadversión hacia la bicicleta desde edad bien temprana.
De hecho, una bicicleta con pedales y ruedines, por muy pequeña que sea, en raras ocasiones puede ser utilizada de forma eficaz por niños menores de 3 años, debido al peso que conllevan. Mientras que una 'balance bike' se puede 'recetar' a partir de los 18 meses aproximadamente.
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