El año 2019 del ciclismo femenino
Un punto de inflexión
2019 ha sido indiscutiblemente una gran temporada para el ciclismo femenino en ruta. Con más minutos de televisión en directo que nunca. La diferencia en cuanto a visibilidad de este deporte, comparado con apenas un par de años atrás, es abismal.

El cambio que se ha dado en 2019 también puede percibirse en los medios. Ver en los últimos meses a una ciclista como portada de diversas revistas de ciclismo era algo inédito hasta el momento. Queda aún un largo camino por recorrer para alcanzar una igualdad real a todos los niveles, pero resulta innegable que en los últimos 12 meses se han dado algunos pasos sólidos en esa dirección. Pero deportivamente, ciñéndonos a la competición pura y dura, ¿qué ha ofrecido el calendario femenino para marcar la temporada de forma indeleble en nuestra memoria?
Hemos querido elegir 10 momentos que, de una u otra forma, han contribuido a engrandecer la aún joven historia de esta categoría, guiándonos más por criterios subjetivos, en base a cómo sucedieron y cuál fue su repercusión en diversos aspectos, que únicamente por la importancia de las competiciones. Y dedicando, eso sí, unas líneas extra al primero de todos, por el modo en que ocurrió y la carrera que fue.
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Entrevista Mavi García


1. La victoria de Annemiek van Vleuten en el Mundial de Yorkshire
¿Se puede ganar un campeonato del mundo atacando en solitario a 105 kilómetros de meta? En lo que pareció un viaje a los primeros compases de la historia del ciclismo, Annemiek van Vleuten demostró que sí se puede. Quizá espoleada por la rabia de su caída y lesión un año atrás en Innsbruck, donde tenía el recorrido ideal, quizá buscando desquitarse de su decepción al no haber podido revalidar su arcoíris en la contrarreloj tres días antes, y con una combinación de valentía, instinto y saber aprovechar una situación táctica favorable —además de mover muchos vatios—, Van Vleuten aceleró sin mirar atrás en Lofthouse, la cota más dura del recorrido. 2 kilómetros al 11% de media, prolongados por una sección posterior que seguía picando hacia arriba.
Lo que inicialmente era un ataque para endurecer la carrera y seleccionar el grupo se terminó convirtiendo en el inicio de la exhibición más memorable de la temporada y probablemente de toda la historia de los mundiales en línea. El resto del pelotón, disgregado en las rampas de la ascensión, quedó comandado por una avanzadilla de 8 corredoras, donde estaban casi todas las demás favoritas, quizá con la excepción de Marianne Vos y Marta Bastianelli, corredoras de perfil más velocista que esperaban un reagrupamiento en los kilómetros restantes, menos quebrados.
Pero el reagrupamiento no tuvo lugar. A pesar de la amenazante presencia de Anna van der Breggen entre las 8 perseguidoras como seguro de vida para Países Bajos en caso de que alcanzasen a su compatriota, el grupo supo encontrar cierta armonía en los relevos para continuar con opciones. 90, 80, 70… los kilómetros a meta iban disminuyendo por carreteras estrechas pero llanas, mientras la ventaja de Van Vleuten continuaba estabilizada entre los 40 segundos y el minuto, como si estuviesen jugando con ella.
Parecía que en cualquier momento podría ser cazada. Demasiado desgaste en solitario en lo que parecía una cabalgada absurda, condenada al fracaso, para una ciclista de su caché. Y, sin embargo, se había guardado un as en la manga. Nadie conoce mejor su cuerpo que una experta contrarrelojista acostumbrada a larguísimas sesiones de entrenamiento, con frecuencia compartidas con sus colegas del pelotón masculino. El regreso de un terreno más ondulado a 60 de meta jugó a su favor por partida doble: desestabilizó la armonía entre las perseguidoras, y favoreció sus propias opciones en el tipo de perfil donde una corredora fuerte y rodando en solitario puede mantener mejor el pulso ante un grupo de ciclistas relevándose.
Los relevos se convirtieron en una sucesión de ataques y posteriores parones, mientras el ritmo constante de Van Vleuten empezaba a inclinar la balanza a su favor. En apenas 20 kilómetros el minuto escaso se convirtió en más de dos al entrar al circuito local de Harrogate. Chloe Dygert, con su recién estrenado título mundial de contrarreloj a sus espaldas, puso el toque de emoción con un potentísimo ataque al que ni siquiera Van der Breggen, a rueda hasta ese momento, pudo responder en primera instancia.
La estadounidense recortaba segundos a tal ritmo que parecía en disposición de poder alcanzar a la neerlandesa antes de meta. Pero las carreras de fondo son otra cosa. A medio camino, se le acabó el gas. Van Vleuten recuperaba ventaja y podía empezar a respirar tranquila. Por detrás, Anna van der Breggen y Amanda Spratt alcanzaban y sobrepasaban finalmente a una desfallecida Dygert para terminar copando las plazas del podio.
El arcoíris es un premio muy peculiar, pero en 2019 sí se puede decir que terminó vistiendo a la mejor ciclista de la temporada. Y lográndolo de una forma que pasará en letras de oro a la historia de este deporte.
2. Desenlace de la Amstel Gold Race
(foto de Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images)
Aquí habría que redefinir tal vez el significado de desenlace. Uno tiende a pensar en los últimos lances, en los instantes finales de una carrera. En el caso de la Amstel Gold Race se podría extender su alcance a los últimos 75 kilómetros. Desde que CCC-Liv lanzó su ofensiva en las breves pero empinadas rampas del Eyserbosweg, la clásica de la cerveza ofreció un sinfín de situaciones tácticas que a cada tramo parecían estar definiendo el movimiento ganador, para regresar en un abrir y cerrar de ojos a un nuevo comienzo desde cero.
Prácticamente todos los equipos agotaron sus peones, lanzando por delante a segundas espadas o incluso líderes, sin lograr decantar la carrera totalmente a su favor. Esta vez, entre el caos, funcionó la sangre fría. Kasia Niewiadoma, aislada y sin compañeras de equipo entre el grupo de elegidas, supo esperar su momento para lanzar el zarpazo definitivo en el último paso por el Cauberg. No fue una victoria sin suspense: aunque el demarraje inicial resultó incontestable, la perseverancia en la persecución por parte de Annemiek van Vleuten impidió que la polaca pudiese relajarse hasta el último metro.
50 metros más y la hubiese sobrepasado, pero las carreras terminan donde terminan. Niewiadoma, paradójicamente, terminó sacando ventaja de su inferioridad numérica al tener la sangre fría de aprovecharse en todo momento del trabajo de equipos con mayor representación, que terminaron por anularse mutuamente. Esa frescura en las piernas fue lo que marcó la diferencia.
3. Segunda etapa de la Vuelta a Noruega
(foto Luc Claessen/Getty Images)
¿Una etapa de la Vuelta a Noruega en el podio de momentos memorables de 2019? Puede parecer demasiado premio para el prestigio de la carrera, pero aquí lo importante no es eso. Lo importante es quién ganó, cómo lo hizo, y lo que esta victoria significa en su trayectoria.
Para Marianne Vos fue un punto de inflexión. No fue, en teoría, su triunfo de más caché en 2019, y no digamos ya en el global de su trayectoria deportiva. Sin embargo, sí fue el momento en que volvimos a ver a la Marianne Vos de los grandes días. No tanto por aptitud, pues desde la segunda mitad de 2018 ya venía quedando claro que al fin reverdecía laureles tras aquella complicada lesión de 2015 que la tuvo varias temporadas a medio gas. Sí por actitud. Atacando en solitario en un circuito quebrado, y sosteniendo la persecución del pelotón por la mínima gracias a su habilidad en el curveo técnico. Vintage Vos.
Le faltaba esto: la confianza de poder hacerlo. El nivel físico ya lo había recuperado, pero llevaba demasiado tiempo refugiada en el recurso de hacer valer su explosividad y habilidad en finales al sprint complicados o cuesta arriba, sin atreverse a movimientos más lejanos, que es en realidad como prefiere correr. Ese día de agosto se pudo decir al final, sin paliativos, que Marianne Vos había vuelto.
4. La montaña rusa de Lucy Kennedy en la Clásica de San Sebastián
(foto Amaia Zabalo /Getty Images)
La primera edición femenina de la Clásica de San Sebastián fue un éxito rotundo. Excelente organización, televisión en directo y un desarrollo de carrera de lo más imprevisible. Recorrido duro y atractivo, con Jaizkibel haciendo la primera selección y el doble paso por el muro de Murgil como juez definitivo.
Lucy Kennedy llegaba de hacer su trabajo en Mitchelton-Scott como gregaria de lujo en el Giro Rosa, contribuyendo a la victoria de Van Vleuten y el podio de Spratt y renunciando a aspiraciones personales. La australiana, gran escaladora, encontraría su recompensa poco más adelante, aunque no exenta de suspense y dudas. Con el permiso precisamente de sus dos mencionadas líderes, se metió en una fuga de buen nivel antes del primer paso por Murgil.
Fiel a la filosofía de que la mejor defensa es un buen ataque, no esperó y buscó seleccionar el grupo en el primer paso por la durísima cota donostiarra. Tanto es así, que terminó marchándose en solitario. Le esperaban 40 kilómetros por delante; todo un reto, aunque no tanto cuando por detrás sus perseguidoras se habían disgregado hasta quedarse prácticamente de una en una. Un pulso justo.
Pero llegó lo inesperado: pinchó en la bajada. La asistencia de una moto neutra no terminó de funcionar, tuvo que parar de nuevo y, para cuando reemprendió definitivamente la marcha, Janneke Ensing, hasta entonces su primera perseguidora, ya rodaba más de un minuto por delante. Ensing, clasicómana de buen nivel y ciclista fuerte y completa, parecía casi inalcanzable. Kennedy pareció rendirse tras unos kilómetros infructuosos de lucha en solitario cuando esperó al siguiente grupo, apenas una veintena de segundos más atrás y donde circulaba su compañera Georgia Williams.
A las faldas de la última ascensión a Murgil el hueco seguía siendo demasiado grande. Kennedy arrancó desde abajo, probablemente sin mucha esperanza. 40 segundos. No sólo necesitaba alcanzar a Ensing, sino también dejarla atrás: al sprint no tendría opciones contra ella. Increíblemente, lo logró justo antes de coronar. En la segunda bajada ya no pinchó. La victoria fue un premio a la perseverancia y a no dejar de creer que la victoria seguía siendo posible.
5. Campeonato nacional neerlandés en línea
(foto Saúl Miguel)
Si en el ciclocross suele decirse que el nacional belga —en categoría masculina— equivale prácticamente a un campeonato mundial por el nivel de los corredores y el prestigio que supone vestir el correspondiente maillot, se puede hacer un paralelismo perfectamente válido con el nacional femenino de ruta en Países Bajos. Siendo la gran potencia del ciclismo femenino mundial, no es ninguna exageración afirmar que media docena de las diez mejores corredoras del momento se daban cita en el circuito de Ede el pasado mes de junio.
El recorrido no era nada del otro mundo: apenas un par de leves repechos inferiores al medio kilómetro de longitud y sin sobrepasar en ningún momento el 5% de pendiente máxima. Uno a mitad del circuito, el otro en meta. Día soleado y caluroso, sin viento. El dicho de que son los ciclistas y no el recorrido los que determinan el espectáculo no siempre es cierto, pero aquí se cumplió.
Había muchas miradas puestas en la nueva sensación del año: Lorena Wiebes. Solo 20 años, y rodeada de un equipo numeroso pero débil (Parkhotel Valkenburg). Implacable velocista, con el fondo y capacidad de sobrepasar ciertas cotas y un potencial aún por descubrir. Sus rivales más experimentadas buscaron todas las formas de desestabilizarla: Van Dijk colándose en una peligrosa fuga lejana, Van Vleuten y Brand jugando la baza del ataque, Van der Breggen poniéndole en bandeja la llegada a Pieters, especialista en este tipo de finales. Vos confiando en su “punch” para metas en ligera cuesta.
Wiebes se quedó sin compañeras en la última vuelta. Sorprendentemente, y pese a lo blando del circuito, la exigencia de los numerosos ataques dejó el grupo que se jugaría la victoria en solo una docena de ciclistas, con algunos equipos como Sunweb y Boels-Dolmans con varias representantes. Y, aun así, ganó. Para Lorena Wiebes fue la forma definitiva de demostrar que ya está entre la élite ciclista.
6. Emakumeen Bira
(foto Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images)
Hay quienes afirman, erróneamente, que los recorridos muy duros hacen el ciclismo femenino predecible. Que cuando hay montaña siempre ganan las mismas. Si hubo en 2019 una carrera que demostró que no es así, esa fue la Emakumeen Bira. La veterana vuelta por etapas vasca, en la que parece que tristemente será su última edición, ofreció constantes cambios de guion y un final apretado y emocionante sobre uno de los recorridos más exigentes de su historia.
Con dureza ascendente día a día y una etapa final muy bien diseñada con varios puertos y final en bajada, se mantuvieron diferencias escasas y variedad de ganadoras. Jolien D’hoore se impuso en el único sprint, Amanda Spratt ganó en la jornada estilo clásica de cotas, Tayler Wiles resistió en el final en alto tras un ataque en el penúltimo puerto y Elisa Longo Borghini se llevó la última etapa y la general por, únicamente, 2 segundos.
Fue en particular esta última etapa la que más mantuvo al espectador en vilo. La italiana partía segunda en la general, con Spratt como líder por apenas media docena de segundos. Trek-Segafredo jugó inteligentemente la baza de meter a corredoras en fuga, buscando hacer de puente y obligando a trabajar al equipo de la líder. Lluvia, niebla en las cimas: todos los componentes del ciclismo épico.
A la hora de la verdad, toda táctica se va al garete si tu líder no responde, pero Longo Borghini lo hizo. Arrancó temprano en la última ascensión, aprovechó lo que pudo el trabajo de sus dos compañeras fugadas, se la jugó en un gran descenso y ganó etapa y general. Por la mínima, pero el número de segundos es irrelevante cuando el resultado es favorable.
7. La exhibición de Chloe Dygert en la contrarreloj mundialista
Chloe Dygert tiene 22 años. Como junior logró el doble arcoíris en Richmond, en 2015. A su edad, ya ostenta el récord de persecución individual en pista con un registro de 3 minutos, 20 segundos y 6 centésimas. Y ahora es campeona del mundo contrarreloj en categoría élite. Un logro ya de por sí asombroso, que se engrandece al añadir el dato de que consiguió el título con la mayor ventaja de la historia de esta competición: 1 minuto y 32 segundos a Anna van der Breggen y otra veintena de segundos a Annemiek van Vleuten. Teniendo en cuenta que estas dos ciclistas —especialmente la segunda— han estado dominando sin fisuras la especialidad en las temporadas recientes, la actuación de la joven estadounidense cobra una dimensión espectacular.
Seguramente la imagen de Dygert doblando tras apenas 8 kilómetros de contrarreloj a una especialista del calibre de Lisa Brennauer como si compitiese contra juveniles habrá quedado grabada en la memoria de todos quienes lo presenciaron. A la pregunta de dónde está el límite de Chloe Dygert solo puede responder el tiempo. Es una ciclista peculiar, muy obsesionada con los Juegos Olímpicos y sin interés por competir en las carreras más prestigiosas del calendario europeo. En cualquier caso, parece claro que estamos ante el mayor talento surgido fuera de Países Bajos en mucho tiempo.
8. Segunda etapa del Tour de Yorkshire
(foto Bradley Collyer/PA Images via Getty Images)
Amantes del ciclismo épico: esta es vuestra carrera. Lluvia torrencial, viento huracanado, recorrido atravesando las cotas de Yorkshire —esa región donde gustan de cruzar las colinas con carreteras en línea recta, resultando en unos desniveles infernales—, ataques de las favoritas desde lejos y desenlace táctico. Los ingredientes que hacen del ciclismo en ruta un deporte complejo y único.
En una zona de toboganes, constante sube y baja sin descanso, se adivina entre la negrura circundante el ataque de una corredora ataviada con los colores del arcoíris. Es Anna van der Breggen. Quedan 70 kilómetros para el final y la batalla ha comenzado.
Van der Breggen tiene en su palmarés varias carreras de primer nivel ganadas con ataques desde lejos: Flandes, Lieja, Strade Bianche, Mundial de Innsbruck. Todas ellas acelerando a distancias entre 20 y 40 kilómetros de meta. 70 parece demasiado, pero evidentemente el pelotón se pone nervioso. Mitchelton-Scott persigue, Annemiek van Vleuten arranca en la siguiente ascensión y se marcha en solitario en persecución de Van der Breggen, alcanzándola poco antes de coronar, unos 20 kilómetros tras el ataque de esta última.
No terminan de entenderse y, aunque se une a ellas Soraya Paladin, los relevos son tímidos y sin convicción, siendo alcanzadas por un grupo selecto. Tras varias escaramuzas, se marchan media docena de ciclistas en un tramo de viento de costado, quedando finalmente por delante Marianne Vos, Mavi García y Soraya Paladin. No han sido las más fuertes, pero sí las más listas. En la llegada a tres, Vos se impone por delante de la balear y de la italiana, quedando la general en idéntico orden.
9. Novena etapa del Giro Rosa
(foto Luc Claessen/Getty Images)
Los duelos igualados entre Anna van der Breggen y Annemiek van Vleuten se han convertido en una especie de clásico de los últimos años. Comparten muchas características: no son lo suficientemente rápidas como para jugarse la victoria en grupos, así que generalmente se ven obligadas a atacar de lejos para poder ganar. Como contrapartida, son las mejores escaladoras y contrarrelojistas del pelotón, y brillan en las clásicas duras. Van der Breggen algo más conservadora, Van Vleuten más de la filosofía de que la mejor defensa es un buen ataque. Siempre. Aunque a veces se vuelva en su contra.
La novena etapa del Giro fue uno de estos casos. Van Vleuten tenía la general encarrilada tras dominar el primer final en alto y la contrarreloj, pero, fiel a su mentalidad, en la siguiente jornada de alta montaña quería más. No solo ganar, sino también ayudar a su compañera Amanda Spratt a asaltar la tercera posición del podio, hasta el momento en poder de Kasia Niewiadoma.
Sabedora de que lo que hace daño a la polaca, corredora explosiva, es un ritmo alto y continuado, Van Vleuten, enfundada en la maglia rosa, aceleró desde las primeras rampas de los 13 kilómetros de Montasio, final también conocido en el Giro masculino, con Spratt a rueda.
La táctica funcionó: con Niewiadoma descartada a los pocos minutos, Spratt ya tenía virtualmente el podio, y Van Vleuten, habiendo ayudado inicialmente a su gregaria de lujo, libertad para intentar ganar la etapa y consolidar su liderato. Siguió tirando, con solamente Van der Breggen a rueda. Spratt ya había cedido, también. Van der Breggen dio un relevo simbólico, pero Van Vleuten, de sangre caliente, no se quedó mucho tiempo a rueda y atacó con todo justo al inicio del tramo más duro de la ascensión: un kilómetro entero por encima del 14% a 4 de meta.
Van der Breggen se mantuvo durante largos, interminables minutos a una distancia de entre 10 y 15 segundos. Los metros parecían no avanzar mientras Van Vleuten empezaba a dar signos obvios de estar acusando su generosidad. Apenas a 400 metros del final, Van der Breggen la sobrepasaba para ganar la etapa. La general le quedaba lejos, a casi 4 minutos, pero la victoria parcial demostraba que no estaba ni física ni mentalmente derrotada. Van Vleuten, quizá, aprendió que no se puede pretender sacar un córner y rematarlo también.
10. Devolviendo la gloria a La Redoute
(foto Luc Claessen/Getty Images)
La Redoute, cota mítica donde las haya de las Ardenas, y en concreto de la Lieja-Bastoña-Lieja, ha ido perdiendo tristemente su papel determinante en el desarrollo de La Doyenne para quedarse en una simple ascensión que contribuye al desgaste global, pero en la que ya no se realizan ataques decisivos. Al menos en las ediciones masculinas de la carrera en la última década.
La Lieja femenina es una invención reciente. Nació en 2017, y su última edición sirvió para recuperar la grandeza que La Redoute había perdido de forma casi irremediable. De nuevo en otro día de meteorología adversa, con lluvia constante y frío, y de nuevo con Annemiek van Vleuten como protagonista de otra exhibición desde lejos.
En sí, la carrera no tuvo la complejidad de, por ejemplo, Amstel o Yorkshire. Fugas intrascendentes y velocidad en la lucha por la posición antes de La Redoute. Allí, Van Vleuten aceleró desde abajo, a ritmo, como si se tratase de una cronoescalada. Elisa Longo Borghini y Anna van der Breggen fueron las últimas en ceder, a media ascensión. Arriba, la diferencia era de 25 segundos. Lizzie Deignan intentó responder con un contraataque en la Roca de los Halcones, pero resultó a la postre un esfuerzo infructuoso. Van Vleuten terminaría ganando con casi dos minutos de ventaja y demostrando que La Redoute aún puede seguir siendo un punto clave en el recorrido de Lieja, cuando a las piernas les acompaña una mentalidad atacante.
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