Test: Orbea Terra M21-D
La Tierra es plana



De vez en cuando pasa, en la ‘glamurosa’ vida de un probador de bicis que sienta su culo sobre nuevos modelos bastante a menudo, hay ocasiones en las que dicho “culo” se siente más cómodo que en otras. De vez en cuando. Eso no lo sabes hasta que das el primer golpe de pedal, y es lo que me ha pasado con la Orbea Terra, un modelo que lleva el Gravel a su máxima definición.
La parte bonita de montar una bici nueva, ajustarla y quedarte mirando todos los detalles durante horas es parte del protocolo, casi místico, que los probadores de Maillot hacemos siempre. Es algo muy sensorial. Captar la esencia de la bici en el montaje y en la observación de todos sus detalles es algo que nos dará parte de la información que os contaremos luego. Una parte sensorial, como digo, que se amplifica o se cierra en banda cuando comienzas a dar los primeros pedales y te das cuenta de que estas pedaleando sobre una gran bici o sobre un gran desastre.
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Sensores al máximo
En el caso de la Orbea Terra todo empezó antes de abrir la caja. Empezó cuando se presentó la gama allá por el mes de abril y vimos la versión M21-D con un solo plato y una combinación de colores que harían las delicias de nuestro fotógrafo. Queremos esa, dijimos a Orbea. “Ok, la tendréis” dijeron.
Gravel, All-Road, Adventure, Ciclo Cross… La Terra se plantea como una máquina súper polivalente. En un primer vistazo sus formas te invitan a pedalear sobre el asfalto. En un segundo vistazo y debido al ancho de los neumáticos te invita a hacerlo en la tierra. En el tercer vistazo te atreves con pequeñas trialeras y en el cuarto terminas cargándola al hombro porque te has venido arriba demasiado rápido y te has perdido en la montaña. Pero así es como tiene que ser. Para buscar el límite a los nuevos modelos Gravel, tienes que apretar en todos los terrenos de juego. Y eso es lo que hicimos con la Terra.