La "Generación Z" del ciclismo

Únicos en su modo de llegar a la élite, y distintos a todos los demás, Egan Bernal, Remco Evenepoel, Wout van Aert y Mathieu van der Poel comparten entre sí la juventud, descaro y talento que los sitúa como revolucionarios del ciclismo en ruta.
Mathieu Van Der Poel es uno de los mejores ejemplos de la nueva generación de ciclistas
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Autor Maillot Saúl Miguel
Autor de la fotoGetty Images

Fecha de la noticia 22/08/2019


El aficionado al ciclismo es bien conocido por su desmesurada afición a enzarzarse en todo tipo de debates sobre su deporte favorito, sea en redes sociales, en foros, en el salón de su casa mientras ven una etapa, o en la barra de un bar.

Desde luego, una de las discusiones más frecuentes y acaloradas es la que enfrenta a los seguidores resultadistas, de perfil práctico, que valoran ante todo el palmarés y el número de victorias más allá del contexto de las mismas, con los de actitud más romántica: aquellos que defienden que lo que cuenta no es lo que se gane, sino la manera de hacerlo. O, incluso, la forma de correr en sí misma, termine o no en triunfo.

La actitud, o panache, término de origen francés que el deporte de las dos ruedas ha adoptado internacionalmente para definir a aquellos que atacan, que compiten con valentía, sin temor a perder. Que le pregunten a los que abanderan las bondades del landismo, esa fiebre en torno al ciclista alavés del Movistar -y futuro integrante del Bahrain-Merida-, alimentada por el susodicho sin ir más lejos, en la que los ataques, la estética del pedaleo y las esperanzas están casi siempre por encima de los resultados.

Mathieu Van Der Poel demostrando su clase en ciclocross en Middelkerke y luciendo el maillot de Campeón del Mundo de la especialidad.

La tradición ciclista nos dice que, a lo largo de la historia, los seguidores se han visto, consciente o inconscientemente, empujados a elegir entre ambas formas de entender la competición. Así han nacido y se han retroalimentado muchas grandes rivalidades en cada época. Con todos sus múltiples matices, claro está; no todo es blanco ni es negro, y la mayoría de ciclistas han corrido en unas ocasiones con coraje y arrojo, y en otras con conservadurismo resultadista. Pero, como la descripción de los mitos raramente se anda con sutilezas, la actitud predominante acaba pareciendo la única que existe, ignorando la otra cara de la moneda.

Quizá por todo esto resulta particularmente llamativo que, en la temporada 2019, hayan entrado en escena una serie de corredores jóvenes que parecen llamados a romper todos los esquemas del cada vez más previsible ciclismo de carretera para devolverlo al descaro, la magia y el encanto que muchos añoran.

Con Mathieu van der Poel, Egan Bernal, Remco Evenepoel y Wout van Aert no hace falta elegir. Estos cuatro corredores, todos ellos jóvenes en mayor o menor medida -24, 22, 19 y 24 años, respectivamente-, ganan carreras. Muchas carreras, y no precisamente de segunda. Pero es que, además, lo hacen de forma memorable, de la que se nos queda guardada en la retina y en la memoria. Podría decirse que lo tienen todo; con ellos no hace falta elegir, porque satisfacen a los resultadistas y a los románticos.

Pero, ¿por qué? ¿Estamos ante una coincidencia histórica, una casualidad que ha hecho que una generación dorada despunte al mismo tiempo? No lo parece. Con sus múltiples diferencias, existe un factor en común en este cuarteto de prodigios de los pedales que los separa del resto: no han llegado a donde están por los caminos habituales.

Enric Mas felicita a Remco Evenepoel tras ganar la Clásica de San Sebastián

Enric Mas felicita a Remco Evenepoel después de su victoria en la Clásica de San Sebastián

Haciendo un ejercicio de memoria, remontémonos solamente tres años en el tiempo. A Remco Evenepoel, aún en edad de cadete, le faltaban ocho meses para dar sus primeras pedaladas en una competición ciclista, centrado como estaba en el fútbol a pesar del pasado profesional de su padre en el mundo de la bicicleta. Egan Bernal, recién fichado por ese brillante ojeador que es Gianni Savio, el veterano cazatalentos a los mandos del equipo italiano Androni Giocattoli-Sidermec, adquiría sus primeras experiencias sobre el asfalto tras una brillante trayectoria como junior en el MTB. En este deporte consiguió sendas medallas en los dos años que corrió en la disciplina olímpica de las ruedas gordas, el cross country (XCO). Mientras tanto, Mathieu van der Poel y Wout van Aert se encontraban inmersos en sus batallas invernales por convertirse en el mejor corredor de ciclocross una vez finalizada la era Sven Nys, retirado en 2016 y para muchos el mejor ciclista de la historia de la disciplina del barro y las campas belgas.

La gloria de las clásicas y del Tour de Francia era solamente un sueño lejano para algunos de ellos, y algo completamente fuera de su universo para otros. Mientras tanto, ciclistas de similar y mayor edad centraban todas sus miras y energías en esas carreras, como ya venían haciendo años atrás. Nada les hacía imaginar que, en un futuro próximo, y sin apenas tiempo de adaptación, sus contrincantes más duros llegarían de otras disciplinas o incluso de deportes completamente diferentes.

Quizá es este desarrollo tan diferente al del ciclista habitual es lo que hace que estos corredores compitan de una manera tan alejada de los parámetros del ciclismo moderno, entendiéndolo desde la perspectiva peyorativa con que se suele referir al ciclismo control, casi robótico, que en los últimos años ha puesto en jaque la paciencia y el entusiasmo de multitud de aficionados.

Wout van Aert camino a proclamarse campeón nacional de TT

Wout Van Aert luchando por convertirse en campeón de Bélgica de contrarreloj. Lo consiguió

Es cierto que Van Aert ha logrado casi todas sus victorias sobre el asfalto al sprint o en contrarrelojes, pero nadie puede olvidar su primera gran incursión rutera, la Strade Bianche de 2018, en la que rompió las piernas y los esquemas de sus rivales a más de 50 kilómetros de meta, bajo la lluvia, para lograr un podio que sorprendió a propios y extraños.

Bernal sólo necesitó un gran ataque para conquistar el amarillo del Tour de Francia con 22 años, pero que este fuese en un puerto icónico como el Iseran y a más de 40 kilómetros del final no es algo que precisamente pueda decir todo aspirante a ganar la carrera ciclista más importante del mundo en los tiempos recientes.

En este sentido, Van der Poel y Evenepoel son caso aparte y aún más llamativos y fuera de la norma. Si el primero, pese a ser poseedor de una envidiable punta de velocidad, no sabe estarse quieto en el pelotón porque, en palabras literales suyas, se aburre si no ataca, el segundo se ve obligado a ganar en solitario y por aplastamiento al no disponer de un gran sprint entre su elenco de virtudes. Y, evidentemente, jugar al ciclismo de ataque y además ganar es un regalo para el aficionado. Pero hacerlo en las circunstancias que lo hacen estos dos corredores es lo que lo convierte en lo excepcional, en lo nunca visto.

Remco Evenepoel subiendo Eizquibel para ganar su primera Clásica de San Sebastián

Remco Evenepoel camino de la victoria en la Clásica de San Sebastián. Sin duda, su actuación ya es parte de la historia de la clásica donostiarra

Remco Evenepoel es uno de los pocos casos en que un ciclista ha saltado desde la categoría junior al máximo nivel profesional del ciclismo en ruta: un equipo World Tour -concretamente Deceuninck-Quick Step-, sin el habitual paso intermedio por la categoría sub-23. Por su parte, la peculiaridad de Mathieu van der Poel es su habilidad sin igual para ir picoteando objetivos en diferentes disciplinas ciclistas sin aparente esfuerzo. Más centrado en el CX en sus primeros años, donde fue doble campeón del mundo junior y el arcoíris élite más joven de la historia (2015, con 20 años recién cumplidos), amplió sus horizontes al MTB con la vista puesta en una futura medalla olímpica -Tokio 2020 es su gran objetivo- desde 2016, y en la presente temporada sumó al cóctel su primera participación en las grandes clásicas de primavera. No ha sido, por descontado, su estreno en competición en ruta -todo corredor de ciclocross compite algo sobre el asfalto habitualmente en verano-, pero sí sus primeras carreras en el máximo nivel de la categoría.

Para poner en perspectiva la temporada 2019 de Mathieu van der Poel, basta con decir que ha ganado todas las pruebas de ciclocross en las que ha competido este año. Eso significa 12 carreras, llegando a 32 (de 34 en que tomó la salida) si abarcamos el global de la campaña 2018/2019 de CX, desde octubre hasta febrero. Sería ya de por sí un palmarés monstruoso. Pero es que en el reducidísimo calendario de ruta que disputó nada más finalizar el ciclocross, a finales de febrero, logró 6 triunfos en 15 días de competición. Entre ellos la gran clásica de su país, Amstel Gold Race, en un desenlace final casi rozando lo absurdo por lo inesperado que resultó, cuando parecía ya descartado tras el error táctico que le supuso un ataque en solitario a destiempo a 43 kilómetros de meta. Por si fuera poco, en el MTB, la disciplina cuyo dominio más se le resistía hasta el momento, se ha proclamado recientemente Campeón de Europa y, en las últimas dos competiciones de la Copa del Mundo de XCO, ha derrotado con autoridad al rey del cross country y dominador férreo de las temporadas recientes: Nino Schurter.

Van Der Poel tras ganar la Dwars door Vlaanderen (A través de Flandes).

Así celebraba Van Der Poel su victoria en Dwars door Vlaanderen. Así empezaban una primavera de éxitos sobre el asfalto.

Si el enfoque interdisciplinar a tres vías de Van der Poel es único e incomparable, pues está abriendo un camino que nadie más había osado ni siquiera iniciar, es justo decir que la semilla de esta ambición la sembró probablemente su gran rival del ciclocross: Wout van Aert. El belga, ahora en la élite con Jumbo-Visma pero por entonces en una escuadra menor como Verandas Willems-Crelan, se empeñó a principios de 2018, contra el consejo de supuestos expertos y compañeros de profesión, en demostrar que era posible combinar una temporada de CX completa con las grandes clásicas de la campaña del norte.

Refrendó su ambicioso enfoque con resultados más que prometedores y dio forma a lo que posiblemente sea el calendario básico para el resto de su carrera deportiva. Y, de paso, cómo no, seguramente animó indirectamente a Van der Poel a intentar el más difícil todavía.

Victoria de etapa de Wout van Aert en el Tour de Francia 2019

Van Aert consigue cumplir el que seguro que era uno de sus suelos: una victoria de etapa en el Tour de Francia. Lo hizo superando por centímetros a Viviani

No deja de ser curioso que la rivalidad entre Van Aert y Van der Poel no solo esté moldeando mutuamente sus carreras deportivas, sino que está logrando romper los cimientos del conservador pensamiento instaurado en ciertos sectores del deporte. La escuela de que la práctica de otras disciplinas ciclistas es perjudicial para la ruta se va derrumbando, y el vivo ejemplo de ello lo tenemos en Mike Teunissen, primer líder del pasado Tour de Francia.

Teunissen, ahora compañero de Van Aert en Jumbo-Visma, dejó de lado una más que prometedora carrera en el ciclocross -fue campeón del mundo sub-23 en 2013- para acudir a la llamada de los cantos de sirena de la ruta. Consolidado ahora como ciclista de gran nivel, ya ha anunciado su intención de regresar a las campas en el próximo invierno, alentado por el éxito a la hora de combinar carretera y CX de estos dos corredores, para tratar de comprobar en primera persona que él también puede ser capaz de hacerlo. Probablemente no sea el último en sumarse.

Hablar de sorpresa, en el caso de estos ciclistas, es algo que debería hacerse con cautela. Algo vio Gianni Savio, que no tiene precisamente un pelo de tonto, para querer fichar a aquel colombiano de 19 años sin experiencia en carretera, pero se expresaba con una claridad y convicción impropias de un chico de su edad y de sus humildes orígenes. Poco ha tardado el tiempo en darle la razón. Son muchos los que creen que, por naturaleza, el ciclista colombiano tiene tendencia a explotar más pronto que, por ejemplo, sus homólogos europeos, para luego estancarse a la edad a la que estos últimos comienzan a florecer. Teniendo en cuenta que el nivel actual de Egan Bernal ya le da para ganar París-Niza, Vuelta a Suiza y todo un Tour de Francia -temporada de absoluto ensueño para cualquier vueltómano que se precie-, poco debería importar que, en el peor de los casos, hubiese alcanzado ya la madurez deportiva a los 22. Ya es un nivel solamente al alcance de los elegidos.

Egan Bernal haciendo el gesto de la victoria tras ganar el Tour 2019.

Con 19 años Egan Bernal competía en ciclismo de montaña en Colombia. Con 22 años ha llegado de amarillo a París.

Aun con lo arriesgado que resulta tratar de extrapolar rendimiento entre diferentes disciplinas sin referencias reales, y más entre una tan endogámica y localizada como el ciclocross -feudo casi exclusivo de belgas y, en menor medida, neerlandeses- y otra tan internacional como el ciclismo en ruta, cualquiera que siguiese con un mínimo de atención las andanzas de Van der Poel y Van Aert por las campas del Benelux en otoño e invierno intuía que estaba presenciando las actuaciones de dos fueras de serie. Dos fenómenos destinados a trascender su deporte, a convertir en oro todo lo que tocasen, montados sobre dos ruedas. Hoy, Van Aert ya es uno de los mejores contrarrelojistas del mundo, y alguien capacitado para ganar tanto por cabalgadas en solitario como por velocidad punta. Van der Poel, pese a su limitadísimo calendario en carretera, fue la estrella de la pasada campaña de clásicas junto a Julian Alaphilippe.

Pero los pequeños detalles ya estaban ahí, más allá de la imaginación y conjeturas de sus fieles seguidores. En plena pretemporada de CX, Van der Poel ganó el mundial junior de carretera en 2013, en el exigente circuito de Florencia. Van Aert ya había ido dejando destellos como su triunfo en el prólogo de la Vuelta a Bélgica en 2016, por delante de todo un Tony Martin. Vuelta a Bélgica que, al año siguiente, presenció la victoria de Van der Poel en la segunda etapa, estilo clásica flamenca, entre “finde” y “finde” de competir en la Copa del Mundo de MTB. Un año más tarde, se imponía en el nacional neerlandés fiel a su estilo: teniendo aún fuerzas para ser el más rápido al sprint pese a haber ido escapado durante muchos kilómetros. La genialidad se veía venir desde lejos.

Como se veía venir el fenómeno Remco Evenepoel. Cuando sus exhibiciones en solitario en la categoría junior comenzaron a resonar más allá de los limitados círculos de su categoría, comenzaba a adivinarse que estábamos ante algo diferente. Ahora bien; su precocidad a la hora de replicar semejantes actuaciones en categoría élite es lo que, quizá, ni los más optimistas podían predecir. Vuelta a Bélgica (una vez más, aparece el nombre de esta carrera como cuna de talentos), Clásica de San Sebastián, Campeonato de Europa de contrarreloj. Primeras muescas de un palmarés que podría terminar siendo casi infinito. Porque Evenepoel apunta a vueltómano, y su sueño, sus miras, están en las grandes vueltas de tres semanas. Pero su excelso rodar y su actitud de atacar sin mirar atrás con ritmos inasumibles para el resto, incluso en el llano, también parece un arma letal para las pruebas de un día más prestigiosas del calendario.

La única duda que queda es comprobar cómo asumirán en carrera su rol de líderes a partir de ahora. El factor sorpresa se ha terminado; los demás saben que son ya referencia y les han “tomado la matrícula”. ¿Podrán seguir ganando y dejando huella por la forma de hacerlo en un futuro? La curva de progresión de todos ellos, que parece estar lejos de su fin, apunta a que así será. Y lo mejor de todo, en el caso de Mathieu van der Poel y Wout van Aert, es que no piensan renunciar a su talento multidisciplinar. Han demostrado que no es necesario elegir. El CX los lanzó al estrellato, y continuarán honrando el papel en sus carreras deportivas de esta espectacular disciplina a la que, con suerte, también atraerán la mirada curiosa de seguidores que hasta ahora solo habían tenido ojos para el asfalto.

Mientras disfrutamos de su presente y alimentamos sus grandes expectativas de futuro, vamos a permitirnos apuntar un nuevo nombre llamado a sumarse a este cuarteto de ciclistas tocados por una varita mágica: Thomas Pidcock. Quizá tengamos que hablar de él en un futuro cercano. Pero esa será otra historia.

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