Entrevista Marc Soler: corredor del Movistar Team
Es un recurso frecuente en el deporte español, el buscar sucesores que mantengan viva la llama de la leyenda que se retira. Sobre todo desde Barcelona ‘92, los Juegos Olímpicos que fueron el germen de la Generación de Oro del deporte en España. En golf, Sergio García sigue siendo el sucesor de Seve Ballesteros, Pau Gasol y Rafa Nadal son una versión mejorada de Fernando Martín y Manolo Santana, Marc Márquez lo es de Ángel Nieto, en natación se dice que el joven de 18 años Hugo González, podría ser digno discípulo de Mireia Belmonte, en fútbol pronto comenzará a hablarse del sucesor de Andrés Iniesta y en ciclismo, no fueron pocos los años en los que se identificaba a Alberto Contador bajo la etiqueta de “el nuevo Miguel Indurain”.
Es difícil que dos grandes leyendas se sucedan en el tiempo y como ocurre en el tenis con Rafa Nadal o en baloncesto con Pau Gasol, después de Indurain el ciclismo español no esperaba contar con corredores de la talla de Alberto Contador, Alejandro Valverde, Joaquím Rodríguez u Óscar Freire, menos de una década después de la retirada del cinco veces ganador del Tour de Francia.
Ahora que sólo Valverde continua en activo, recae ya sobre la nueva generación la responsabilidad de salir campeones. Las etiquetas ya se han repartido: Iván García Cortina es el heredero de Juan Antonio Flecha; Enric Mas y David de la Cruz, podrían ser el siguiente Alberto Contador, mientras que a Marc Soler ya se le compara con Miguel Indurain tras su victoria en la París-Niza con tan sólo 24 años.
Marc Soler: del fútbol a la París-Niza
No es el único punto en común que asemeja a Marc Soler (Villanueva y Geltru, 1993) con Miguel Indurain. Más allá de su fisionomía, 1’86 m., y su carácter tranquilo, ganó en su primer año como ciclista profesional el Tour del Porvenir en 2015. No le molestan las etiquetas, pero prefiere no hacerles caso. “Son grandísimos corredores -Indurain y Contador- y cuando te comparan con ellos es mejor no creértelo para después no llevarte un chasco. El palmarés que tienen tanto uno como otro son muy difíciles de igualar”.
Lo que comenzó como diversión fruto de su pasión por el deporte, le llevó hasta el equipo amateur Lizarte, en el que permaneció durante tres temporadas. Antes jugaba al fútbol 11 y lo dejó con 12 años para continuar con el fútbol sala. A la vez montaba en bicicleta y al llegar la oportunidad de correr en el equipo juvenil Huesca La Magia junior sus padres le hicieron decantarse por uno de los dos deportes.
“Si te digo la verdad, yo de ciclismo no había visto mucho y es una broma recurrente con mis compañeros porque no conozco a muchos de los corredores ya retirados. Me decanté por el ciclismo porque me lo quería pasar bien con los amigos y porque me gusta mucho comer y normalmente nos daban buenas meriendas. Fue más por la comida que por otra cosa”.
Estómago insaciable, recuerda sus primeros años de amateur: “Era un poco desastre y pasaba un poco de hambre. En la primera concentración que hicimos de amateur realizábamos ya entrenamientos largos. Le dije a nuestro director Manolo Azcona que era la primera vez que hacía más de tres horas en bici y que no sabía cómo iba a estar. Cuando empezamos a subir, me iba solo y ya no me aguantaba nadie. Así fue como empezó todo”.
Pasó a profesionales con el equipo Movistar en 2015 y reconoce que nunca se imaginó que podría dedicarse al ciclismo de manera profesional. Es esa circunstancia de “haber llegado por casualidad” la que le permite estar tranquilo y no sentir ansia por lograr resultados. En la casa de Eusebio Unzúe, le cuidan a la vez que pulen la joya que está llamado a ser. “No tenemos prisa ni él ni yo. De aquí a unos años no sé qué puede pasar, pero a mí me gusta este ritmo tranquilo. Me gusta conocer mi calendario para planificar bien las carreras y trabajar para tener unos resultados”.
Tras su victoria en el Tour del Porvenir, fue segundo por detrás de Nairo Quintana en la Ruta del Sur al año siguiente, con victoria de etapa incluida. En 2017 fue podio en la Volta a Catalunya por detrás de Alejandro Valverde y Alberto Contador y octavo en la clasificación general del Tour de Suiza. En 2018 fue tercero en la Vuelta a Andalucía y quinto en la Volta a Catalunya. En el mes de marzo, en la París-Niza comenzó la jornada final 37 segundos por detrás del líder Simon Yates, y a falta de 45 kilómetros para la meta, atacó al estilo de Alberto Contador y se unieron en su ofensiva David de la Cruz del equipo Sky y Omar Fraile de Astana, las caras frescas del ciclismo español.
Fue un “déjà vu” de lo que hizo el pinteño en la edición anterior atacando a 50 kilómetros de meta en un intento por arrebatar el liderato a Sergio Henao, acompañado por Soler y De la Cruz. Contador entonces quedó segundo en la general por detrás de Henao. David de la Cruz, logró la victoria de etapa tanto en la ofensiva de 2017 como en la de 2018, y Marc Soler, firmó con victoria en la clasificación general su hazaña, con cuatro segundos de ventaja sobre Yates.
Gestando una identidad propia
Los ataques desde lejos comienzan a ser parte de su identidad como ciclista. “Lo llevo haciendo desde amateur. Es fruto del inconformismo y del no tener miedo a perder. No me conformo con un quinto o sexto lugar, y la manera a veces de ganar es haciéndolo desde lejos. No soy el mejor subiendo, ni en el llano, pero una vez que he cogido esos metros, continuo a mi ritmo y consigo mantener la distancia tanto en el llano como en la montaña”. Una montaña de puertos largos y tendidos, preferiblemente, donde pueda exprimir toda su potencia a su ritmo y regulando fuerzas.
Marc Soler aún no cuenta aún con los galones de líder, esos que abren las puertas del pelotón, de ese código no escrito de respeto que existe en el grupo y que te permite tomar las posiciones privilegiadas de seguridad y de control en carrera. Esto tiñe de mayor mérito su victoria en París-Niza. “Tenemos la suerte de que corriendo con Nairo o Alejandro el pelotón te respeta mucho la posición. Cuando no vas con ellos, te tienes que buscar la vida, encontrar tu sitio en el pelotón. Son las dos caras de la moneda con las que uno aprende: un día a estar delante y otro día a estar detrás y a ganarte el sitio. En París-Niza me tuve que buscar la vida, tienes que estar muy pendiente de los abanicos, de la posición o de cualquier situación en carrera y gastas más energía, pero también es lo que hace bonito esto, el poder manejarte en todos los aspectos”.
Han sido algo más de tres años los que le han valido para adaptarse a la categoría profesional. Llegó con tan sólo 21 años al equipo Movistar, donde estaban los corredores que él veía por televisión. Alejandro Valverde, Nairo Quintana, los hermanos Izagirre, el mítico Pablo Lastras, Giovanni Visconti…han sido sus maestros. Con el tiempo ha aprendido a escuchar más y a aplicar lo que dicen los veteranos. Con Daniele Bennati ha aprendido a moverse en carrera, a afrontar jornadas de abanicos, a salvar energías y a escoger bien los ataques a los que responder.
Curiosamente, el peor día que ha sufrido sobre la bicicleta fue el año pasado en la París-Niza durante la etapa con final en Bois d’ Arcy. Transcurridos 30 kilómetros desde la salida, el equipo belga Quickstep, especialista en clásicas y pavé, provocó un abanico en un día infernal de frío, lluvia y viento que dejó cortado al propio Soler. “Aprendes, como se suele decir, a ostias. Cuando te pasa, piensas ‘en la próxima ya no me pilla’”.
España es un país con escasa tradición e interés en las clásicas del pavé. De siempre se ha dicho “¿qué se les ha perdido ahí a los españolitos?” y los equipos españoles acudían por cumplir y en general, en el primer avituallamiento echaban pie a tierra. En 2018 Iván García Cortina y Marc Soler nos han hecho disfrutar viéndolos en las fugas del Tour de Flandes y de la París-Roubaix. En el caso del catalán, quería conocer la carrera de primera mano y sin pedir consejo a nadie, la víspera preparó la bicicleta como él pensó que iría bien para el pavé de Roubaix. Sin tiempo para reconocer los tramos, puesto que a diferencia de otros equipos más especialistas que llegan una semana antes, el equipo Movistar llegó con un par de días de antelación a la gran cita; reconoce que la experiencia le gustó y que no descartaría volver.
“Si me dijesen que volvería a estar en la fuga, repetiría sin duda. Lo malo es que no conozco la tensión que se vive en el grupo y no sé si la disfrutaría tanto”. Terminó con el cuerpo molido y el dolor en los brazos tardó todavía unos días en irse ya que al día siguiente se reunió con Valverde y Quintana para reconocer los tramos de pavé que serán protagonistas en el próximo Tour de Francia.
A pesar de que su debut en el Tour de Francia no está aún confirmado por el equipo, parece seguro que se sumará al tridente de lujo con Quintana, Valverde y Landa para pelear por la victoria del colombiano en la clasificación general. Él sabe que allá donde estén sus líderes, él corre sin presión y de momento es lo que le toca disfrutar. Muy consciente de que con su victoria en la París-Niza se esperará más de él, prefiere no hacer caso al boom del momento y seguir trabajando. Su ambición es seguir creciendo, esquivar las lesiones “y si acompañan las victorias pues mejor, si no, al menos espero estar ahí dando guerra que es lo que me gusta”.
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