Ultraciclismo, un paso más allá

Descubriendo el Ultracycling con Julián Sanz

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Autor Maillot J. Daniel Hernández
Autor de la fotojuliansanz.net

Fecha de la noticia 19/08/2017


24 horas sin parar sobre la bicicleta, recorrer miles de kilómetros en 9 o 10 días durmiendo, sólo, 1 hora al día… llevar el cuerpo a su límite máximo y acostumbrarlo a trabajar ahí. Eso es el Ultraciclismo, y lo descubrimos de la mano del mejor en esta especialidad: Julián Sanz.

Descubriendo el Ultracycling con Julián Sanz

La mayor parte de nosotros puede pensar que el Ultraciclismo es una cosa moderna, una moda surgida hace pocos años, pero nada más lejos de la realidad. Para encontrar los orígenes de esta modalidad tenemos que remontarnos a finales del s. XIX, concretamente a 1891 cuando tuvo lugar la celebración de dos pruebas muy importantes.

Por un lado estaba la París-Burdeos, de unos 600 kilómetros de recorrido. Y por otro, de la mano del periódico francés Auto-Vélo y Pierre Giffard, nació la primera París-Brest-París, con un total de 1.200 km. Ya en aquella ocasión tomaron la salida más de 200 participantes y Charles Terront, el ganador, estuvo 71 horas y 25 minutos sobre la bicicleta.

Teniendo en cuenta que el primer Tour de Francia tuvo lugar en 1903 o el primer Giro de Italia en 1909 (hubo que esperar a 1935 para ver nacer la Vuelta), estas pruebas de largo recorrido y sin etapas definidas fueron el germen de lo que hoy entendemos por el ciclismo competitivo, incluyendo la modalidad del Ultraciclismo, que recupera esa esencia de aventura y pedalear sin parar.

Hay que señalar también que en 1931 nació la versión Randonneur de la París-Brest-París, la versión cicloturista de esta prueba en formato Brevet y con espíritu no competitivo. En ellas los participantes han de sellar un carnet específico en determinados lugares que acrediten su paso (bares, gasolineras, puntos de control…).

Este espíritu no competitivo de las Brevet ha sido el que más ha cuajado en Europa, convirtiendo estos viajes en toda una experiencia personal entre el ciclista, su bicicleta, el entorno y el resto de participantes. En España destaca la Madrid-Gijón-Madrid, también de 1.200 kilómetros (con un límite de 90 horas). Nació en 2005 y se celebra cada cuatro años (aunque la próxima es en agosto de 2018).

Sin embargo, siempre hay un grupo de ciclistas a los que les puede el espíritu de competición y tratan de llegar primero, de recortar sus propios tiempos…

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Descubriendo el Ultracycling con Julián Sanz
Descubriendo el Ultracycling con Julián Sanz

Los americanos se dieron cuenta de ello y en 1982 crearon la Race Across America (RAAM), la que se ha convertido en la carrera más dura del mundo. Su recorrido inicial partió desde Santa Mónica (California) para acabar en el Empire State Buiding en Nueva York. Con 3.000 millas de recorrido (casi 5.000 kilómetros), se asemeja al del Tour de Francia, aunque salvando las diferencias en cuanto a desnivel y que en la RAAM no hay etapas configuradas, tampoco jornadas de descanso y sólo se para lo mínimo imprescindible. Es la competición individual de larga distancia por excelencia.

Así pues encontramos dos vertientes para entender el Ultraciclismo, la corriente americana, más centrada en la competición, y la corriente europea, que mantiene el espíritu aventurero. Sin embargo, donde los americanos ganan en organización de eventos y pruebas, los europeos lo hacen en preparación física y profesionalización, por lo que es habitual que sean europeos los que dominan la especialidad.

Y aquí entra Julián Sanz, nuestro protagonista. Para él entrar en la competición de Ultraciclismo fue una cuestión de progresión natural. Viendo su rendimiento en las Brevets más largas, poco a poco fue ampliando sus retos hasta dar el salto a las pruebas competitivas. En su caso no era una cuestión de ir a “ganar” las pruebas no competitivas, sino de ver que podía ir un paso más allá.

Julian Sanz, de profesión ultraciclista

Julián había practicado otros deportes hasta que empezó a destacar en los triatlones Ironman. Para entrenar fondo y en concreto el sector de la bicicleta, empezó con las Brevet. Le gustó la filosofía de estas pruebas y de las personas que acuden, enganchándose por la forma de disfrutar de la bicicleta y la distancia. Pero una cosa lleva a la otra y el cuerpo le pidió más distancia y exigencia.

Nos cuenta la anécdota de una prueba por La Rioja: un día que había amanecido bueno, pero cubierto, iba con un grupo de unas 20 unidades que entra en un túnel. Cuando se acercan a la salida, al otro lado de la montaña cayendo una tormenta tremenda. En ese tramo recorrido dentro del túnel se hizo un filtro natural entre los que siguieron, unos 6 ciclistas y los que prefirieron esperar dentro a que dejase de llover. Experiencias como esta, dice Julián, “te hacen ver que puedes llegar a más. De hecho, no me enganché porque ganase o no, sino porque se me daba bien. No estaba tan metida la variable de la velocidad, eso vino después”.

De hecho, ahora se toma las Brevet como un descanso. Es un concepto que puede resultar muy difícil de explicar ¿cómo tener que hacer 200, 400 o 600 kilómetros en muy poco tiempo es un descanso? Porque no sólo hay que buscar el descanso físico, también el psicológico. Y para él las Brevet “son un cambio de mentalidad que sirve para hacer un ‘break’ en momentos de descanso. Me ayudan a desconectar del espíritu competitivo y retomar el de la experiencia”.

¿Cómo es un ultraciclista?

Sorprende que el Ultraciclismo sea una modalidad en la que la media de edad se podría considerar alta, pero según Julián es muy normal. En esta práctica influye mucho la edad por el proceso de maduración físico y psicológico. Las adaptaciones físicas son muy lentas de conseguir, ya que suelen ser trabajos muy agresivos para el cuerpo que no se pueden trabajar a menudo, por lo que los tramos de entrenamiento específico son más largos y el mayor rendimiento se consigue a una edad más avanzada que en otras disciplinas, normalmente a partir de los 40 años.

Además, cuesta mucho explicar esta modalidad a la gente joven. Los ciclistas jóvenes están orientados a la concepción clásica del ciclismo. Además el tipo de entrenamiento y competición es muy duro y difícil de asumir (entrenamientos de 6 horas que empiezan a las 5-6 de la mañana). Para esta especialidad hace falta un poso de experiencia que se gana con el tiempo y la edad.

Para explicarlo nos pone el ejemplo del austriaco Christoph Strasser, que aunque actualmente es uno de los dominadores del Ultraciclismo, tuvo que pasar muchos años para mostrar su potencial ya que empezó muy joven y tardó en asimilar las ganancias de los entrenamientos tan exigentes y específicos.

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¿Cuáles son las características físicas idóneas?

A diferencia de un ciclista convencional, en un ultraciclista el peso tiene una importancia relativa. “Es mucho más importante gozar de una estructura de cuerpo fuerte, y trabajar la musculatura, especialmente de determinadas zonas, ya que tienen que soportar estar en una misma postura durante muchas horas”. Cobra especial importancia entrenar y fortalecer zonas como manos, cuello, dorsal, etc.

Aunque hay excepciones, la complexión de un ultraciclista es más fuerte que la del ciclista habitual. Incluso en algunos casos más fuerte que la de un esprínter, que son los más voluminosos del pelotón. Mientras que en el ciclismo convencional se busca bajar peso de zonas como los hombros, brazos, etc. aquí hay que fortalecerlos.

La evolución imparable del Ultraciclismo

Antes de continuar descubriendo el Ultraciclismo y viendo cómo puede una persona entrenarse para semejantes esfuerzos, hay que entender cómo ha evolucionado este deporte en los últimos años.

Para Julián la llegada al Centro de Tecnificación Deportiva Fadura (en Gexto, Vizcaya) ha sido un cambio impresionante. Para él ha supuesto “una gran mejora del nivel de preparación y entrenamiento. He visto una evolución muy grande en los últimos 5 años”.

Antes, el entrenamiento y la estrategia en carrera se centraban en lo que lo que Julián y su equipo denominan la estabilidad, es decir, gozar de una resistencia física y mental suficiente para aguantar los kilómetros que dura la prueba. En las carreras de más larga distancia, de 1.000 a 5.000 km, todavía mucho más.

Pero la profesionalización que ha llegado a este sector, con cambios en las rutinas de entrenamiento y aclimatación hace que la velocidad sea un nuevo factor a tener en cuenta. Prueba de ello es que en el Campeonato de Europa de 24 Horas de este año, las primeras 16 horas se rodaron a una media de 42 km/h. O que en las 24 Horas de Cheste se hiciesen 37,7 km/h de media.

Carreras como la Race Across America, de casi 5.000 km, se hacen pensadas en ir muy rápido los 3-4 primeros días. En pocos años se ha evolucionado de una estrategia conservadora a una en la que el primer día se rueda muy rápido para luego administrar la renta. De ahí se ha pasado a rodar rápido dos días, luego tres, ahora ya se está intentando hacerlo 4 o 5 días… y eso que todavía quedan otros tantos por delante.

Estos primeros días de ir muy rápido es lo que Julián denomina la parte inestable, cuando se alcanza el límite del umbral aeróbico. Se hacen esfuerzos constantes por encima de la estabilidad del cuerpo, descompensando absolutamente todos los valores y consumiendo prácticamente todos los hidratos de carbono.

Una vez superada esta parte, se entra en la estable, en la que el cuerpo funciona de forma más autónoma, y aunque ruedas más despacio, todo está más controlado. El cuerpo ha agotado sus reservas de glucógeno y funciona con la energía de las grasas. El ritmo es más lento, pero constante.

“La estrategia actual que se sigue en estas carreras es la de intentar aumentar al máximo el periodo de inestabilidad para ganar el máximo tiempo posible. Luego se trata de ir administrando la distancia y la ventaja”. Aunque pueda parecer una locura, no lo es: “El cuerpo va evolucionando con la distancia, los dolores cambian de sitio y deja de ser una lucha. El cuerpo lo asume y te dice si sirves para ello o no”.

Es inevitable compararlo con los profesionales tras el Tour de Francia, la referencia más mediática en el ciclismo. Julián comenta que en realidad “el cuerpo pasa por algo parecido durante una prueba por etapas. Evidentemente la frescura no es la misma al principio del Tour que al final, la diferencia es que el periodo de descanso es mayor cada día y la estructura del cuerpo se puede cuidar más”.

El castigo al cuerpo y su recuperación

No obstante, “competir en una prueba como la RAAM es ser capaz de autodestruirte. En dos días, en Arizona ya se te destruye la boca, la nariz (del calor)… de ahí se pasa a Colorado a subir dos puertos de 3.000 metros donde se te hinchan y dejas de sentir los pies. Al 5º día te pasa con las manos… Son cosas a las que no te adaptas. Es una degradación continua del cuerpo al margen de la intensidad de la competición”. En pruebas como esta es fundamental la labor del equipo, que trata de minimizar estos daños al máximo vigilando estar perfectamente hidratado y alimentado todo el tiempo, tratando con pomadas y gasas las quemaduras y llagas, etc.

Físicamente es muy duro ya que la posición que se lleva sobre la bici es muy agresiva, la tendencia es a llevar una posición muy aerodinámica, o directamente con una “cabra” si está permitido en la prueba y esto afecta a muchos factores además de a los músculos. Uno de ellos es la digestión, que se hace muy mal debido a que la posición es muy mala para el trabajo estomacal. Además, al comer en marca, con el aire dándote constantemente en la boca, es fácil que se te resequen las mucosas y te salgan llagas por toda la boca. Si se analizase a un ultraciclista después de una prueba como la Race Across America, el hígado estaría como el de un enfermo de cirrosis.

Pero quizá la parte que más afecte al deportista es, en realidad, la falta de sueño. Se duerme en torno a una hora al día y se tiene el hándicap de que el amanecer suele afectar mucho al rendimiento físico y moral por los ciclos circadianos. Un día es asumible, pero en las pruebas de varios días es un factor para el que hay que estar muy mentalizado y entrenado.

Para Julián, y para la mayoría de los ultraciclistas, “el amanecer es un multiplicador del esfuerzo que hayas hecho. Es común que sea el momento más duro y hay que vigilar muy bien para no exprimirte al máximo justo antes de que lleguen estos momentos más complicados. En competición es algo que se vigila, entrena y planifica de forma muy meticulosa”.

¿Cómo se recupera el cuerpo de eso?

Necesitas mínimo un mes (física interna y externamente) de parón absoluto. De hecho, “si en un mes subirse a la bici es un éxito. Ves como el cuerpo se regenera, pero de forma muy lenta. Hay que volver muy poco a poco”. La sensibilidad en los pies y en las manos tarda muchos días en volver, y los niveles del cuerpo hay que equilibrarlos poco a poco. De todas formas, “más que físicamente lo peor de esta especialidad es la falta de sueño”.

Las pruebas de 1.000 km o las de 24 horas son mucho más rápidas para recuperar. De hecho podría llegar a hacerse en dos semanas si se estructura bien. “La primera semana hay que centrarse en recuperar la fatiga provocada por el sueño y la segunda para adaptar posiciones si se cambia de bicicleta o a recuperar sensaciones. Pero, como mucho, haciendo entrenamientos suaves de 1 hora al final de las dos semanas”.

¿Cómo se entrena un ultraciclista?

Evidentemente el entrenamiento es muy complicado. “Aunque si te organizas bien puedes sacarlo adelante, es muy recomendable tener un trabajo con horarios flexibles que te permita entrenar en distintos horarios. Por ejemplo, en un momento en el que tenía un trabajo con horario convencional, usaba la noche para entrenar el sueño. Trataba de dormir 1 o 2 horas al día nada más y durante la noche salía a montar en bici, además de que la utilizaba para ir y volver del trabajo y si tenía tiempos intermedios”.

Por lo demás, las rutinas de entrenamiento se asemejan mucho a las de un ciclista profesional, pero con dos diferencias. La primera y lógica es la duración, aunque se trabaja mucho la intensidad, la carga de trabajo dura más. Para una prueba de 24 horas, por ejemplo, se hacen series de una hora. 8 series de una hora. “Al final es mucho más tiempo el que se invierte diariamente, pero son entrenamientos más controlados. Para una prueba de 24 horas se entrenan 10 o 12 horas al día. Pero es que son las series tan largas las que te dan la resistencia”.

Pero la gran diferencia es, en realidad, el trabajo con restricción de hidratos de carbono para acostumbrar al cuerpo a quemar la grasa. “Es un trabajo mucho más duro y desagradable y que tiene un tiempo de recuperación mayor. Pero es lo que más se está aplicando ahora mismo en Ultracycling”.

Este entrenamiento consiste en vaciar el cuerpo de reservas de hidratos de carbono y luego hacer un entrenamiento largo a la mayor velocidad posible. “La sensación es la de ir con una pájara constante, por lo que hay que tener una gran fuerza de voluntad y tenerlo muy bien controlado. Además, este entrenamiento se mezcla con situaciones críticas (amanecer, noche…) que luego se replicarán en la prueba. Es una de las adaptaciones más costosas que le hacemos al cuerpo y hay que saber muy bien cómo trabajarlo, incluyendo el periodo de recuperación”.

“Al final no importa tanto entrenar la distancia como sí el poder llevar al cuerpo al límite y acostumbrarlo a trabajar ahí. Además, una de las grandes diferencias es que mientras que los profesionales buscan entrenar en las mejores condiciones posibles aquí es al contrario. Hay que tener en cuenta que lo importante del Ultracycling es cuando en competición te llegan los días de mayor degradación”.

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Material y anécdotas

Por último hablamos con Julián del material que utiliza. Actualmente él está patrocinado por BH con varias bicicletas según le permite el reglamento de cada carrera. Aunque hay diferentes normativas (la UMCA americana, por ejemplo), todas se basan en los criterios UCI en cuanto al reglamento del material. En España Julián ha trabajado para que la Federación Española de Ciclismo lo reconociese como actividad, cosa que ha logrado de cara al año que viene.

Esto afecta a, por ejemplo, el uso de frenos de disco, que según recoge la UCI sí que se pueden usar. En esta especialidad Julián les ve una ventaja considerable. “Por ejemplo, la Race Around Austria (la vuelta a Austria) son 2.200 km subiendo y bajando puertos, normalmente con lluvia. Uno de los peores factores a los que nos enfrentamos en este caso es la fatiga de las manos, lo que se minimiza con el uso de discos”.

Mientras que antiguamente se buscaba una posición más cómoda y erguida sobre la bicicleta, actualmente la tendencia en cuanto a geometrías y ergonomía es la misma que en el ciclismo profesional, buscar la aerodinámica. Hay que optimizar al máximo el rendimiento y “si te duele algo, hay que entrenarlo”.

Por último nos deja algunos detalles de lo que supone competir en una prueba de este tipo. El equipo que suele llevar es de 6 personas, pero en carreras como la Race Across America llegan a ser 12 que se mueven en un coche que está constantemente detrás del corredor (obligatorio según el reglamento) y una autocaravana con todo el material.

Tienen que llevar a cada prueba 2 o 3 bicis además de los repuestos pertinentes, y los mecánicos aprovechan la hora que Julián descansa para hacer el mantenimiento. El equipo también sufre mucho cansancio y estrés “la convivencia en una carrera como la RAAM es como un Gran Hermano, es una experiencia muy complicada para todos. Los vehículos también sufren una barbaridad ya que apenas se apagan. Se reposta en los momentos en los que yo descanso, ya que el coche sólo se para cuando lo hace el ciclista. Y si el coche se avería, yo me tengo que parar también ya que en todo momento hay que llevar un coche de apoyo”.

“Cuando hemos devuelto un coche después de una carrera de este tipo, especialmente de la Race Across America, el coche ha llegado a la empresa de alquiler con todos los chivatos encendidos. Lo cierto es que no nos han puesto ningún problema, saben de la exigencia y lo que supone esta prueba y la organización lo tiene muy controlado”.

Esto es el Ultraciclismo, ser capaz de autodestruirte y luego regenerarte encima de una bicicleta. Llevar tu cuerpo al límite y explorar más allá de él. Sólo apto para valientes.

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